viernes, 31 de diciembre de 2010

Final del año

Ni el pormenor simbólico
de reemplazar un tres por un dos
ni esa metáfora baldía
que convoca un lapso que muere y otro que surge
ni el cumplimiento de un proceso astronómico
aturden y socavan
la altiplanicie de esta noche
y nos obligan a esperar
las doce irreparables campanadas.
La causa verdadera
es la sospecha general y borrosa
del enigma del Tiempo;
es el asombro ante el milagro
de que a despecho de infinitos azares,
de que a despecho de que somos
las gotas del río de Heráclito,
perdure algo en nosotros:
inmóvil.
algo que no encontró lo que buscaba.

Jorge Luis Borges, extraído del libro "Fervor de Buenos Aires"

jueves, 23 de diciembre de 2010

El otro infierno

Hay más allá del infierno, otro infierno imprevisto y posterior. Durante un tiempo, el
condenado se instala en el tormento, lo incorpora a sus hábitos y busca consuelo en la idea de que nada peor podrá ocurrirle. Es entonces cuando cae en otro infierno, el verdadero, cuyos sufrimientos son imposibles de comprender y de calcular. El infierno como castigo por los pecados es, al menos, razonable. Uno arde en ríos de fuego pero atesora una convicción inevitablemente dichosa: el universo tiene un propósito ético; en algún lugar están los bienaventurados; en algún lugar está Dios.
El verdadero infierno es, antes que nada, injusto. Uno no sabe por qué está allí, ni cuáles son sus
culpas, ni cuál es el Plan que está cumpliendo.
Infiernos benignos permiten conocer el camino para evitarlos.
Mucho peor es que cualquiera se salve y cualquiera se condene.
Ignorar las consecuencias de los propios actos, eso es el infierno.

Extraído del libro "Bar del infierno", de Alejandro Dolina

lunes, 20 de diciembre de 2010

La ventana abierta

Hay quienes tienen un talento extraordinario, tal el caso de Vera. Sorprendió al bueno de Framton Nuttel, sorprendió al editor hace muchos años y, si no conocés este relato, te va a sorprender a vos también.
—Mi tía bajará enseguida, señor Nuttel —dijo con mucho aplomo una señorita de quince años—; mientras tanto debe hacer lo posible por soportarme.
Framton Nuttel se esforzó por decir algo que halagara debidamente a la sobrina sin dejar de tomar debidamente en cuenta a la tía que estaba por llegar. Dudó más que nunca que esta serie de visitas formales a personas totalmente desconocidas fuera de alguna utilidad para la cura de reposo que se había propuesto.
—Sé lo que ocurrirá —le había dicho su hermana cuando se disponía a emigrar a este retiro rural—: te encerrarás ni bien llegues y no hablarás con nadie y tus nervios estarán peor que nunca debido a la depresión. Por eso te daré cartas de presentación para todas las personas que conocí allá. Algunas, por lo que recuerdo, eran bastante simpáticas.
Framton se preguntó si la señora Sappleton, la dama a quien había entregado una de las cartas de presentación, podía ser clasificada entre las simpáticas.
—¿Conoce a muchas personas aquí? —preguntó la sobrina, cuando consideró que ya había habido entre ellos suficiente comunicación silenciosa.
—Casi nadie —dijo Framton—. Mi hermana estuvo aquí, en la rectoría, hace unos cuatro años, y me dio cartas de presentación para algunas personas del lugar.
Hizo esta última declaración en un tono que denotaba claramente un sentimiento de pesar.
—Entonces no sabe prácticamente nada acerca de mi tía —prosiguió la aplomada señorita.
—Sólo su nombre y su dirección —admitió el visitante. Se preguntaba si la señora Sappleton estaría casada o sería viuda. Algo indefinido en el ambiente sugería la presencia masculina.
—Su gran tragedia ocurrió hace tres años —dijo la niña—; es decir, después de que se fue su hermana.
—¿Su tragedia? —preguntó Framton; en esta apacible campiña las tragedias parecían algo fuera de lugar.
—Usted se preguntará por qué dejamos esa ventana abierta de par en par en una tarde de octubre —dijo la sobrina señalando una gran ventana que daba al jardín.
—Hace bastante calor para esta época del año —dijo Framton— pero ¿qué relación tiene esa ventana con la tragedia?
—Por esa ventana, hace exactamente tres años, su marido y sus dos hermanos menores salieron a cazar por el día. Nunca regresaron. Al atravesar el páramo para llegar al terreno donde solían cazar quedaron atrapados en un ciénaga traicionera. Ocurrió durante ese verano terriblemente lluvioso, sabe, y los terrenos que antes eran firmes de pronto cedían sin que hubiera manera de preverlo. Nunca encontraron sus cuerpos. Eso fue lo peor de todo.
A esta altura del relato la voz de la niña perdió ese tono seguro y se volvió vacilantemente humana.
—Mi pobre tía sigue creyendo que volverán algún día, ellos y el pequeño spaniel que los acompañaba, y que entrarán por la ventana como solían hacerlo. Por tal razón la ventana queda abierta hasta que ya es de noche. Mi pobre y querida tía, cuántas veces me habrá contado cómo salieron, su marido con el impermeable blanco en el brazo, y Ronnie, su hermano menor, cantando como de costumbre "¿Bertie, por qué saltas?", porque sabía que esa canción la irritaba especialmente. Sabe usted, a veces, en tardes tranquilas como las de hoy, tengo la sensación de que todos ellos volverán a entrar por la ventana...
La niña se estremeció. Fue un alivio para Framton cuando la tía irrumpió en el cuarto pidiendo mil disculpas por haberlo hecho esperar tanto.
—Espero que Vera haya sabido entretenerlo —dijo.
—Me ha contado cosas muy interesantes —respondió Framton.
—Espero que no le moleste la ventana abierta —dijo la señora Sappleton con animación—; mi marido y mis hermanos están cazando y volverán aquí directamente, y siempre suelen entrar por la ventana. No quiero pensar en el estado en que dejarán mis pobres alfombras después de haber andado cazando por la ciénaga. Tan típico de ustedes los hombres, ¿no es verdad?
Siguió parloteando alegremente acerca de la caza y de que ya no abundan las aves, y acerca de las perspectivas que había de cazar patos en invierno. Para Framton, todo eso resultaba sencillamente horrible. Hizo un esfuerzo desesperado, pero sólo a medias exitoso, de desviar la conversación a un tema menos repulsivo; se daba cuenta de que su anfitriona no le otorgaba su entera atención, y su mirada se extraviaba constantemente en dirección a la ventana abierta y al jardín. Era por cierto una infortunada coincidencia venir de visita el día del trágico aniversario.
—Los médicos han estado de acuerdo en ordenarme completo reposo. Me han prohibido toda clase de agitación mental y de ejercicios físicos violentos —anunció Framton, que abrigaba la ilusión bastante difundida de suponer que personas totalmente desconocidas y relaciones casuales están ávidas de conocer los más íntimos detalles de nuestras dolencias y enfermedades, su causa y su remedio—. Con respecto a la dieta no se ponen de acuerdo.
—¿No? —dijo la señora Sappleton ahogando un bostezo a último momento. Súbitamente su expresión revelaba la atención más viva... pero no estaba dirigida a lo que Framton estaba diciendo.
—¡Por fin llegan! —exclamó—. Justo a tiempo para el té, y parece que se hubieran embarrado hasta los ojos, ¿no es verdad?
Framton se estremeció levemente y se volvió hacia la sobrina con una mirada que intentaba comunicar su compasiva comprensión. La niña tenía puesta la mirada en la ventana abierta y sus ojos brillaban de horror. Presa de un terror desconocido que helaba sus venas, Framton se volvió en su asiento y miró en la misma dirección.
En el oscuro crepúsculo tres figuras atravesaban el jardín y avanzaban hacia la ventana; cada una llevaba bajo el brazo una escopeta y una de ellas soportaba la carga adicional de un abrigo blanco puesto sobre los hombros. Los seguía un fatigado spaniel de color pardo. Silenciosamente se acercaron a la casa, y luego se oyó una voz joven y ronca que cantaba: "¿Dime Bertie, por qué saltas?"
Framton agarró deprisa su bastón y su sombrero; la puerta de entrada, el sendero de grava y el portón, fueron etapas apenas percibidas de su intempestiva retirada. Un ciclista que iba por el camino tuvo que hacerse a un lado para evitar un choque inminente.
—Aquí estamos, querida —dijo el portador del impermeable blanco entrando por la ventana—: bastante embarrados, pero casi secos. ¿Quién era ese hombre que salió de golpe no bien aparecimos?
—Un hombre rarísimo, un tal señor Nuttel —dijo la señora Sappleton—; no hablaba de otra cosa que de sus enfermedades, y se fue disparado sin despedirse ni pedir disculpas al llegar ustedes. Cualquiera diría que había visto un fantasma.
—Supongo que ha sido a causa del spaniel —dijo tranquilamente la sobrina—; me contó que los perros le producen horror. Una vez lo persiguió una jauría de perros parias hasta un cementerio cerca del Ganges, y tuvo que pasar la noche en una tumba recién cavada, con esas bestias que gruñían y mostraban los colmillos y echaban espuma encima de él. Así cualquiera se vuelve pusilánime.

Las fabulaciones improvisadas eran su especialidad.

Saki.

XVII

"Porque de esta manera no he hecho más que acumular pasados sobre pasados en mis espaldas, multiplicarlos, los pasados, y si una vida me resultaba demasiado densa y ramificada y enredada para llevármela siempre a cuestas, imaginémosnos tantas vidas, cada una con su pasado y los pasados de las otras vidas que siguen anudándose unos con otros. Por mucho que dijera cada vez: qué alivio pongo el cuentakilómetros a cero, paso la esponja por la pizarra, al día siguiente de aquel en que había llegado a un país nuevo ya este cero se había convertido en un número de tantas cifras que no cabía en el marcador, que ocupaba la pizarra de una punta a otra, personas, lugares, simpatías, antipatías, pasos en falso. (...)"

Fragmento extraído de la novela "Si una noche de invierno un viajero", de Italo Calvino

martes, 14 de diciembre de 2010

XVI

"El Hombre extraordinario tiene derecho, no oficialmente, sino por sí mismo a autorizar a su conciencia a franquear ciertos obstáculos, en el caso de exigirlo así la realidad de su idea, que en ocasiones puede ser útil a todo el género humano. A mi manera de ver, si los inventos de Kepler y Newton, a consecuencia de determinadas circunstancias, no hubieran podido darse a conocer más que por el sacrificio de una, de diez, de cientos, o de un número mayor de vidas que hubiesen constituido un obstáculo para tales descubrimientos. Newton habría tenido derecho, más aún, habría tenido la obligación de suprimir esos diez o esos cien hombres para que su descubrimiento llegaran al conocimiento del mundo."

Fragmento de la novela "Crimen y castigo", de Fiodor Dostoievski

sábado, 11 de diciembre de 2010

El inmortal

"La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres. Éstos se conmueven por su condición de fantasmas; cada acto que ejecutan puede ser el último; no hay rostro que no esté por desdibujarse como el rostro de un sueño. Todo, entre los mortales, tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso. Entre los Inmortales, en cambio, cada acto (y cada pensamiento) es el eco de otros que en el pasado lo antecedieron, sin principio visible, o el fiel presagio de otros que en el futuro lo repetirán hasta el vértigo. No hay cosa que no esté como perdida entre infatigables espejos. Nada puede ocurrir una sola vez, nada es preciosamente precario. Lo elegíaco, lo grave, lo ceremonial, no rigen para los Inmortales."

Fragmento extraído del libro "El Aleph", de Jorge Luis Borges

lunes, 6 de diciembre de 2010

XV

II

Why should she give her bounty to the dead?
What is divinity if it can come
Only in silent shadows and in dreams?
Shall she not find in comforts of the sun,
In pungent fruit and bright, green wings, or else
In any balm or beauty of the earth,
Things to be cherished like the thought of heaven?
Divinity must live within herself:
Passions of rain, or moods in falling snow;
Grievings in loneliness, or unsubdued
Elations when the forest blooms; gusty
Emotions on wet roads on autumn nights;
All pleasures and all pains, remembering
The bough of summer and the winter branch.
These are the measures destined for her soul.


Fragmento del poema "Sunday morning", de Wallace Stevens

jueves, 2 de diciembre de 2010

Chau número tres

Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres

sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
segura sin seguro

te dejo frente al mar
descifrándote sola
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota

te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía

pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono

estaré donde menos
lo esperes
por ejemplo
en un árbol añoso
de oscuros cabeceos

estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra

estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen

y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirándote.

Extraído del libro "El amor, las mujeres y la vida", de Mario Benedetti

lunes, 29 de noviembre de 2010

XIV

"...Me refiero a eso cuando digo que quisiera remontar el curso del tiempo: querría cancelar las consecuencias de ciertos acontecimientos y restaurar una condición inicial. Pero cada momento de mi vida lleva aparejada una acumulación de hechos nuevos y cada uno de estos hechos nuevos lleva aparejadas sus consecuencias, de modo que cuanto más trato de volver al momento cero del que he partido, más me alejo de él: aun cuando todos mis actos tiendan a cancelar consecuencias de actos precedentes y consiga incluso obtener resultados apreciables en esta cancelación, capaces de abrir mi corazón a esperanzas de alivio inmediato, debo tener empero en cuenta de cada uno de mis movimientos para cancelar sucesos precedentes provoca una lluvia de nuevos sucesos que complican la situación peor que antes y que deberé tratar de cancelar a su vez. Debo pues calcular bien cada movimiento para obtener el máximo de cancelación con el mínimo de recomplicación."

Fragmento extraído del libro "Si una noche de invierno un viajero", de Italo Calvino

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Te nombraré veces y veces

Te nombraré veces y veces.
me acostaré con vos noche y día.
Noches y días con vos.
Me ensuciaré cogiendo con tu sombra.
Te mostraré mi rabioso corazón.
Te pisaré loco de furia.
Te mataré los pedacitos.
Te mataré una con Paco.
Otro lo mato con Rodolfo.
Con Haroldo te mato un pedacito más.
Te mataré con mi hijo en la mano.
Y con el hijo de mi hijo muertito.
Voy a venir con Diana y te mataré.
Voy a venir con José y te mataré.
Te voy a matar derrota.
Nunca me faltará un rostro amado
para matarte otra vez.
Vivo o muerto un rostro amado
hasta que mueras
dolida como estás ya lo sé.
Te voy a matar yo
te voy a matar.

Juan Gelman

martes, 23 de noviembre de 2010

XIII

"No es que esperes nada particular de este libro en particular. Eres alguien que por principio no espera ya nada de nada. Hay muchos, más jóvenes que tú y menos jóvenes, que viven a la espera de experiencias extraordinarias; de los libros, de las personas, de los viajes, de los acontecimientos, de lo que el mañana guarda en reserva. Tú no. Tú sabes que lo mejor que uno puede esperar es evitar lo peor. Esta es la conclusión a la que has llegado, tanto en la vida personal como en las cuestiones generales y hasta en las mundiales. ¿Y con los libros? Eso es, precisamente por lo que has excluido en cualquier otro terreno, crees que es justo concederte aún este placer juvenil de la expectativa en un sector bien circunscrito como el de los libros, donde te puede ir mal o ir bien, pero el riesgo de la desilusión no es grave."

Fragmento extraído del libro "Si una noche de invierno un viajero", de Italo Calvino.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Lo que pasa

Yo te entregué mi sangre, mis sonidos,
mis manos, mi cabeza,
y lo que es más, mi soledad, la gran señora,
como un día de mayo dulcísimo de otoño,
y lo que es más aún, todo mi olvido
para que lo deshagas y dures en la noche,
en la tormenta, en la desgracia,
y más aún, te di mi muerte,
veré subir tu rostro entre el oleaje de las sombras,
y aún no puedo abarcarte, sigues creciendo
como un fuego,
y me destruyes, me construyes, eres oscura como la luz.

Juan Gelman

martes, 16 de noviembre de 2010

El discípulo

Aquel que tiene un Evangelio
que predicar a la Humanidad,
aunque lo sirva plenamente,
con el cuerpo, el alma y la inteligencia,
aunque por él
todos los días vaya al Calvario,
tendrá un Discípulo
que hará vana su labor.

Aquel que tiene un Evangelio
para que el mundo entero lo herede,
aunque lo grabe en el acero,
aunque lo esculpa en la piedra
para que nadie lo interprete mal
en los días venideros,
tendrá un Discípulo
que lo interpretará de mil maneras.

Es su Discípulo
(antes de que Sus huesos se hagan polvo)
quien cambiará los Mandamientos,
dividirá la Fe,
multiplicará los distingos,
racionalizará la Plegaria,
afirmando que el Maestro
hubiera hecho lo mismo.

Es su Discípulo
quien nos dirá
lo que el Maestro habría borrado
si viviera todavía,
lo que habría modificado
de lo que en otros tiempos dijo.
Es su Discípulo
quien hará esto y más

Aquel que tiene un Evangelio
por el cual se gana el Cielo
(Carpintero, o Camellero,
o soñador hijo de Maya),
será atravesado por muchas espadas
que mezclarán Su sangre con hiel;
¡pero de su propio Discípulo
recibirá la herida más honda!

Ruyard Kipling (traducción de José Bianco)

domingo, 14 de noviembre de 2010

Los gatos más grandes

Los gatos más grandes con ojos dorados
Miran afuera entre los barrotes.
Hay desiertos y diferentes cielos
y noches con diferentes estrellas.
Rondan por las montañas aromáticas;
Con igual ferocidad matan y se acoplan
Y mantienen libre la voluntad
Para vagar, vivir y beber hasta saciarse;
Pero más allá de su entendimiento
Esto sé yo:
El hombre quiere un poco y morirá por mucho tiempo.

Estas especies a través del desierto moran
Donde los tulipanes florecen entre piedras,
Ignorando que sufrirán cambios
O que los buitres picotearán sus huesos.
La fuerza es eterna para ellos,
Gobiernan el terror de la noche,
Cazan el ciervo en su fuga
Y con arrogancia hieren;
Pero yo soy sabia sí ellos son fuertes:
El amor de los hombres es transitorio como es larga la muerte.

Mas ¡qué poder de engaño!
Mi entendimiento se ha transformado en esperanza,
En este instante creo
En el amor y me burlo de la muerte.
Vine de ninguna parte y seré
fuerte, inmutable, rápida eternamente.
Soy un león, una piedra, un árbol,
Y como la estrella Polar en mí
Está clavado mi constante corazón en ti.
Ah, quede yo para siempre ciega
Con leones, tigres, leopardos y sus semejantes.

Traducción de Virginia Ocampo, este poema apareció en la revista Sur en el año 1947

The Greater Cats

The greater cats with golden eyes
Stare out between the bars.
Deserts are there, and the different skies,
And night with different stars.
They prowl the aromatic hill,
And mate as fiercely as they kill,
To roam, to live, to drink their fill;
But this beyond their wit know I:
Man loves a little, and for long shall die.

Their kind across the desert range
Where tulips spring from stones,
Not knowing they will suffer change
Or vultures pick their bones.
Their strength's eternal in their sight,
They overtake the deer in flight,
And in their arrogance they smite;
But I am sage, if they are strong:
Man's love is transient as his death is long.

Yet oh what powers to deceive!
My wit is turned to faith,
And at this moment I believe
In love, and scout at death.
I came from nowhere, and shall be
Strong, steadfast, swift, eternally:
I am a lion, a stone, a tree,
And as the Polar star in me
Is fixed my constant heart on thee.
Ah, may I stay forever blind
With lions, tigers, leopards, and their kind.

Victoria Sackville-West

martes, 9 de noviembre de 2010

Triste o buena

Amar sin nadie/ vaya cosa triste

sin nada que abrazar

ni Eva que nos abrace

buscar en la memoria de la piel

la boca la cintura la lujuria ganada

las suaves nalgas tibias

y sólo hallar respuestas de fantasmas

los desaparecidos no aparecen

las voces de los árboles se apagan

quedan escombros de caricias

y con pudor nos preguntamos

¿por qué decimos tantas veces corazón?

¿será el único amigo que nos queda?

¿o será el refugio de los que queremos?

amar con alguien/ vaya cosa buena.

Mario Benedetti

lunes, 8 de noviembre de 2010

Capítulo 68

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso
y caían en hidromurias, en salvajes
ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él
procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un
grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara
al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se
espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo,
hasta quedar tendido como el trimalciato de
ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de
cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio,
porque en un momento dado ella se tordulaba los
hurgalios, consintiendo en que él aproximara
suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban,
algo como un ulucordio los encrestoriaba, los
extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las
esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante
embocapluvia del orgumio, los esproemios del
merpasmo en una sobrehumítica agopausa.
¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía
balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se
vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un
profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en
carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

Julio Cortázar, extraído del libro "Rayuela"

miércoles, 27 de octubre de 2010

XII

""What a strange thing!" said the overseer of the workmen at the foundry. "This broken lead heart will not mealt in the furnance. We must throw it away." So they threw it on a dust-heap where the dead Swallow was also lying.
"Bring me the two most precious things in the city," said God to one of His Angels; and the Angel brought him the leaden heart and the dead bird.
"You have rightly chosen," said God, "for in my garden of Paradise this little bird shall sing for ever more, and in my city of gold the Happy Prince shall praise me.""

Fragmento extraído del cuento "The Happy Prince", de Oscar Wilde

viernes, 22 de octubre de 2010

Conoce la diligencia con que se acerca la muerte, y procura conocer también la conveniencia de su venida, y aprovecharse de ese conocimiento.

Ya formidable y espantoso suena
dentro del corazón el postrer día;
y la última hora, negra y fría,
se acerca, de temor y sombras llena.
Si agradable descanso, paz serena
la muerte en traje de dolor envía,
señas da su desdén de cortesía:
más tiene de caricia que de pena.

¿Qué pretende el temor desacordado
de la que a rescatar piadosa viene
espíritu en miserias anudado?

Llegue rogada, pues mi bien previene;
hálleme agradecido, no asustado;
mi vida acabe, y mi vivir ordene.

Francisco de Quevedo

miércoles, 20 de octubre de 2010

Bandoneón

Me jode confesarlo

pero la vida es también un bandoneón

hay quien sostiene que lo toca Dios

pero yo estoy seguro que es Troilo

ya que dios apenas toca el arpa

y mal.

Fuere quien fuere lo cierto es

que nos estira en un solo ademán purísimo

y luego nos reduce de a poco a casi nada

y claro nos arranca confesiones

quejas que son clamores

vértebras de alegría

esperanzas que vuelven

como los hijos pródigos

y sobre todo como los estribillos.

Me jode confesarlo

porque lo cierto es que hoy en día

pocos

quieren ser tango

la natural tendencia

es a ser rumba o mambo o chachachá

o merengue o bolero o tal vez casino

en último caso valsecito o milonga

pasodoble jamás

pero cuando dios o pichuco o quien sea

toma entre sus manos la vida bandoneón

y le sugiere que llore o regocije

uno siente el tremendo decoro de ser tango

y se deja cantar y ni se acuerda

que allá espera

el estuche.

Mario Benedetti.

martes, 19 de octubre de 2010

Annabel lee

It was many and many a year ago,
In a kingdom by the sea,
That a maiden there lived whom you may know
By the name of ANNABEL LEE;
And this maiden she lived with no other thought
Than to love and be loved by me.

I was a child and she was a child,
In this kingdom by the sea;
But we loved with a love that was more than love-
I and my Annabel Lee;
With a love that the winged seraphs of heaven
Coveted her and me.

And this was the reason that, long ago,
In this kingdom by the sea,
A wind blew out of a cloud, chilling
My beautiful Annabel Lee;
So that her highborn kinsman came
And bore her away from me,
To shut her up in a sepulchre
In this kingdom by the sea.

The angels, not half so happy in heaven,
Went envying her and me-
Yes!- that was the reason (as all men know,
In this kingdom by the sea)
That the wind came out of the cloud by night,
Chilling and killing my Annabel Lee.

But our love it was stronger by far than the love
Of those who were older than we-
Of many far wiser than we-
And neither the angels in heaven above,
Nor the demons down under the sea,
Can ever dissever my soul from the soul
Of the beautiful Annabel Lee.

For the moon never beams without bringing me dreams
Of the beautiful Annabel Lee;
And the stars never rise but I feel the bright eyes
Of the beautiful Annabel Lee;
And so, all the night-tide, I lie down by the side
Of my darling- my darling- my life and my bride,
In the sepulchre there by the sea,
In her tomb by the sounding sea.

Edgar Allan Poe

lunes, 18 de octubre de 2010

El huesped

La ciudad inmóvil brilla bajo la luna,
alguien sin embargo ha encendido mi corazón,
arde contra el silencio de las viejas paredes.

Solo este fuego me acompaña en la ciudad nocturna
y fría,
es la ciudad a la que siempre entro por primera vez,
se calla frente a mí como un desconocido.

Alguien sin embargo me ha amado antes de aquí,
sobre estas piedras nos besamos a través de la noche,
alguien también tembló por mí bajo las madrugadas
de ceniza.

La impiadosa ciudad nunca da coartadas,
quién sino ella ha encendido este fuego.

Juan Gelman

sábado, 16 de octubre de 2010

A la izquierda del Roble



Incursionemos en el audio, extraído del libro "El amor, las mujeres y la vida"

jueves, 14 de octubre de 2010

Hacer una escena

ESCENA La figura apunta a toda "escena" (en el sentido restringido del término) como intercambio de cuestionamientos recíprocos.

Históricamente, la escena
Cuando dos sujetos disputan de acuerdo con un intercambio regulado de réplicas y con vistas a tener la "última palabra", estos dos sujetos están ya casados: La escena es para ellos el ejercicio de un derecho[...] Cada uno a su turno dice en la escena lo que quiere decir:jamás tú sin mí, y recíprocamente. Tal es el sentido de lo que se llama eufemísticamente el diálogo: no escucharse el uno al otro sino servirse en común de un principio igualitario de repartición de los bienes de la palabra.

La mecánica de la escena
La escena parte de una diferencia, en la cual hay un solo sujeto, dividido por un diferencial de energía (la escena es eléctrica). Para que ese desequilibrio sea puesto en movimiento (como un motor), para que la escena adquiera su velocidad adecuada, es preciso un señuelo, que cada uno de los participantes se esfuerce por atraer a su campo; ese señuelo es comúnmente un hecho (que uno afirma y el otro niega) o una decisión (que uno impone y el otro rechaza). El acuerdo es lógicamente imposible en la medida en que lo que se discute no es el hecho o la decisión. La réplica característica de la escena no tiene ningún fin demostrativo, persuasivo, sino solamente un origen, y que este origen no sea jamás sino inmediato: en la escena me adhiero a lo que acaba de ser dicho. Cada argumento es elegido de tal suerte que sea simétrico y, por así decirlo, igual a su hermano, y sin embargo aumentado por un suplemento de protesta: en suma por una sobrepuja. Esta sobrepuja no es jamás otra cosa que el grito de Narciso: ¡Y yo! ¡Y yo!

La escena insignificante
Ninguna escena tiene un sentido, ninguna progresa hacia un esclarecimiento o una transformación. La escena no es ni práctica ni dialéctica; es lujosa en definitiva ociosa.

La última palabra
Insignificante, la escena lucha sin embargo con la insignificancia. Todo participante de una escena sueña con tener la última palabra. Hablar el último, "concluir", es dar sentido a todo lo que se ha dicho, es dominar por completo el sentido; en el espacio de la palabra lo que viene al último ocupa un lugar soberano, reservado. Todo combate de lenguaje se dirige a la posesión de ese lugar; mediante la última palabra voy a desorganizar, a "liquidar" al adversario, voy a infringirle una herida (narcísica) mortal, voy a reducirlo al silencio, voy a castralo de toda palabra. Toda la escena se desarrolla con vistas a ese triunfo: no se trata de ningún modo de que cada réplica concurra a la victoria de una verdad y construya poco a poco esta verdad, sino solamente que la última réplica sea la buena: es el último golpe de dados lo que cuenta.

Adaptación del libro "Fragmentos de un discurso amoroso" de Roland Barthes

martes, 12 de octubre de 2010

Aedh Wishes for the Cloths of Heaven

Had I the heavens' embroidered cloths,
Enwrought with golden and silver light,
The blue and the dim and the dark cloths
Of night and light and the half-light,
I would spread the cloths under your feet:
But I, being poor, have only my dreams;
I have spread my dreams under your feet;
Tread softly because you tread on my dreams.


William Butler Yeats.


:)

lunes, 11 de octubre de 2010

Apenas y a penas

Pensó
ojalá que no
pero esta vez acaso sea la última.
Con el deseo más tierno que otras noches
tentó las piernas de la mujer nueva
que afortunadamente no eran de carrara
posó toda su palma sobre la hierbabuena
y sintió que su mano agradecía
viajó moroso y sabio por el vientre
se conmovió con valles y colinas
se demoró en el flanco y su hondonada
que siempre era su premio bienvenido
anduvo por los pechos eligiendo al azar
y allí se quedó un rato descifrando
con el pulgar y el índice reconoció los labios
que afortunadamente no eran de coral
y deslizó una mano por debajo del cuello
que afortunadamente no era de alabastro.
Pensó
ojalá que no
pero puede ser la última.
Y si después de todo
es la última vez.
Entonces cómo cómo haré mañana
de donde sacaré la fuerza y el olvido
para tomar distancia de esta orografía
de esta comarca en paz
de esta patria ganada
apenas y a penas
a tiempo y a dulzura
a ráfagas de amor.

Mario Benedetti, extraído del libro "El amor, las mujeres y la vida"

miércoles, 6 de octubre de 2010

La ceremonia

Te desnudé entre llantos y temblores
sobre una cama abierta a lo infinito,
y si no tuve lástima del grito
ni de las súplicas o los rubores,

fui en cambio el alfarero en los albores,
el fuego y el azar del lento rito,
sentí nacer bajo la arcilla el mito
del retorno a la fuente y a las flores.

En mis brazos tejiste la madeja
rumorosa del tiempo encadenado,
su eternidad de fuego recurrente;

no sé qué viste tú desde tu queja,
yo vi águilas y musgos, fui ese lado
del espejo en que canta la serpiente..

Julio Cortázar, extraído del libro "Salvo el crepúsculo"

sábado, 2 de octubre de 2010

Poema 20

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos."

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como esta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche esta estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque este sea el ultimo dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.


Pablo Neruda, de "Veinte poemas de amor y una canción desesperada"

jueves, 30 de septiembre de 2010

El buque fantasma

Errabundeo. Aunque todo amor sea vivido como único y aunque el sujeto rechace la idea de repetirlo más tarde en otra parte, sorprende a veces en él una suerte de difusión del deseo amoroso; comprende entonces que está condenado a errar hasta la muerte, de amor en amor.

¿Cómo terminar un amor? -¿Cómo, entonces, termina? En suma, nadie -salvo los otros- sabe nunca nada de eso; una especie de inocencia oculta el fin de esta cosa concebida, afirmada, vivida según la eternidad. Sea lo que fuere del objeto amado, que desaparezca o pase a la región Amistad, de todas maneras no lo veo desvanecerse: el amor que ha terminado se aleja hacia otro mundo a la manera de un navío espacial que cese de parpadear: el ser amado resonaba como un clamor y helo aquí de golpe apagado (el otro no desaparece jamás cuándo y cómo se lo espera). Este fenómeno resulta de una limitación del discurso amoroso: no puedo yo mismo (sujeto enamorado) construir hasta el fin mi historia de amor: no soy poeta (el recitador) más que para el comienzo; el fin de esta historia, exactamente igual que mi propia muerte, pertenece a los otros: a ellos corresponde escribir la novela, relato exterior, mítico.

Actúo siempre -me obstino a actuar, por más que se me diga y sean cuales fueren mis propios desalientos-, como si el amor pudiera un día colmarme, como si el Soberano Bien fuera posible. De ahí esa curiosa dialéctica que hace suceder sin obstáculo el amor absoluto al amor absoluto, como si, a través del amor, accediera yo a otra lógica (donde el absoluto no estuviera obligado a ser único), a otro tiempo (de amor en amor, vivo instantes verticales), a otra música (ese sonido, sin memoria, separado de toda construcción, olvidado de lo que le precede y le sigue, ese sonido en sí mismo musical). Busco, comienzo, pruebo, voy más lejos, corro, pero nunca se dice que se muere sino solamente que renace (¿puedo, pues, renacer sin morir?).

Desde el momento que no soy colmado y sin embargo no me mato, el errabundeo amoroso es fatal. [...]

El errabundeo amoroso tiene, sí, aspectos cómicos: parece un ballet, más o menos rápido según la velocidad del sujeto infiel, pero es también una gran ópera. El Holandés maldito está condenado a errar por el mar mientras no haya encontrado a una mujer de una fidelidad eterna. Soy el Holandés Errante; no puedo parar de errar (de amar) en virtud de un viejo signo que me consagra, desde los tiempos remotos de mi infancia profunda, al dios Imaginario, afligiéndome con una compulsión de palabra que me lleva a decir “Te amo”, de escala en escala, hasta que otro recoja esta palabra y me la devuelva; pero nadie puede asumir la respuesta imposible (de una completez insostenible), y el errabundeo continúa.

A lo largo de una vida, todos los “fracasos” amorosos se parecen (y con razón: todos proceden de la misma falla). X... e Y... no han sabido (podido, querido) responder a mi “demanda”, adherir a mi “verdad”; no han cambiado un ápice su sistema; para mí, uno no hizo sino repetir al otro. Y sin embargo, X... e Y... son incomparables; es de su diferencia, modelo de una diferencia infinitamente renovada, de donde extraigo la energía para recomenzar. La “Mutabilidad Perpetua” (in inconstantia constans) de la cual estoy animado, lejos de comprimir a todos los que encuentro bajo un mismo tipo funcional (no responder a mi demanda), disloca con violencia su falsa comunidad: el errabundeo no alinea, seduce: lo que vuelve es el matiz. Voy así, hasta el final del tapiz, de un matiz a otro (el matiz es el último estado del color que no puede ser nombrado; el matiz es lo Intratable).

Roland Barthes, extraído del libro "Fragmentos de un discurso amoroso"

miércoles, 29 de septiembre de 2010

XI


Quién te devuelve las horas pasadas?
-oh mar de lágrimas en que te has convertido!-
quién descifrará dónde estabas
cuando tenías que estar conmigo??
qué te dirá el espejo mañana,
cruel y sincero enemigo,...
cuando no tenías derecho a llorar y llorabas
y pretendías que entendiera motivos...
se que reirá de ti y en tu cara
se que llorará por ti y no contigo
se que te susurrará cada mañana
lo imbécil que has sido al oído...
Quién culpará por ti al destino??
-oh pequeño y frágil esbozo de nihilismo!!-
quién te librará de culpa y castigo
cargando por ti la cruz camino de tu abismo??
quién, cuando deshecho y sin fuerzas te rindas,
recitará para ti el "piu avanti" ??
o te dará un trago para invocar al olvido
o te dirá, cómplice al oído
[el imbécil en que te has convertido.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Todavía

No lo creo todavía
estás llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de alegría

palpo gusto escucho y veo
tu rostro tu paso largo
tus manos y sin embargo
todavía no lo creo

tu regreso tiene tanto
que ver contigo y conmigo
que por cábala lo digo
y por las dudas lo canto

nadie nunca te reemplaza
y las cosas más triviales
se vuelven fundamentales
porque estás llegando a casa

sin embargo todavía
dudo de esta buena suerte
porque el cielo de tenerte
me parece fantasía

pero venís y es seguro
y venís con tu mirada
y por eso tu llegada
hace mágico el futuro

y aunque no siempre he entendido
mis culpas y mis fracasos
en cambio sé que en tus brazos
el mundo tiene sentido

y si beso la osadía
y el misterio de tus labios
no habrá dudas ni resabios
te querré más
todavía.

Mario Benedetti, extraído del libro "El amor, las mujeres y la vida"

jueves, 23 de septiembre de 2010

X

""What a strange thing!" said the overseer of the workmen at the foundry. "This broken lead heart will not mealt in the furnance. We must throw it away." So they threw it on a dust-heap where the dead Swallow was also lying.
"Bring me the two most precious things in the city," said God to one of his Angels; and the Angel brought Him the leaden heart and the dead bird.
"You have righly chosen," said God, "for in my garden of Paradise this little bird shall sing for ever more, and in my city of gold th Happy Prince shall praise me.""

Fragmento extraído del cuento "The Happy Prince", de Oscar Wilde.

martes, 21 de septiembre de 2010

Tu me quieres blanca

Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada

Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del Engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
Se quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.


Alfonsina Storni, poesía extraída del libro "El dulce daño" (1918)

domingo, 19 de septiembre de 2010

Los dos reyes y los dos laberintos

Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó a construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al Rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó a sus capitanes y sus alcaldes y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribo sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevo al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: "¡Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el paso."
Luego le desató la ligaduras y lo abandonó en la mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con Aquel que no muere.

Jorge Luis Borges, relato extraído del libro "El aleph" (1949)

viernes, 17 de septiembre de 2010

Viendo a la gente andar

Viendo a la gente andar, ponerse el traje,
el sombrero, la piel y la sonrisa,
comer sobre los platos dulcemente,
afanarse, correr, sufrir, dolerse,
todo por un poquito de paz y alegría,
viendo a la gente, digo, no hay derecho
a castigarle el hueso y la esperanza,
a ensuciarle los cantos, a oscurecerle el día,
viendo, sí,
como la gente llora en los rincones
más oscuros del alma y sin embargo
sabe reir y sabe andar derecho,
viendo a la gente, bueno, viéndola
tener hijos y esperar y siempre
creer que van a mejorar las cosas
y viéndola pelear por sus riñones,
digo gente,
qué hermoso andar contigo
a descubrir la fuente de lo nuevo,
a arrancar la felicidad,
a traer el futuro sobre el lomo, hablar
familiarmente con el tiempo y saber
que acabaremos y de una buena vez por ser dichosos,
qué hermoso, digo, gente, qué misterio
vivir tan castigado
y cantar y reir
¡qué asunto raro!


Juan Gelman, extraído del libro "Violín, y otras cuestiones"

miércoles, 15 de septiembre de 2010

La otra copa del brindis

Al principio ella fue una serena conflagración
un rostro que no fingía ni siquiera su belleza
unas manos que de a poco inventaban un lenguaje
una piel memorable y convicta
una mirada limpia sin traiciones
una voz que caldeaba la risa
unos labios nupciales
un brindis

es increíble pero a pesar de todo
él tuvo tiempo para decirse
qué sencillo y también
no importa que el futuro
sea una oscura maleza


la manera tan poco suntuaria
que escogieron sus mutuas tentaciones
fue un estupor alegre
sin culpa ni disculpa

él se sintió optimista
nutrido
renovado
tan lejos del sollozo y la nostalgia
tan cómodo en su sangre y en la de ella
tan vivo sobre el vértice de musgo
tan hallado en la espera
que después del amor salió a la noche
sin luna y no importaba
sin gente y no importaba
sin dios y no importaba

a desmontar la anécdota
a componer la euforia
a recoger su parte del botín

mas su mitad de amor
se negó a ser mitad
y de pronto él sintió
que sin ella sus brazos estaban tan vacíos
que sin ella sus ojos no tenían qué mirar
que sin ella su cuerpo de ningún modo era
la otra copa del brindis

y de nuevo se dijo
qué sencillo
pero ahora
lamentó que el futuro fuera oscura maleza

sólo entonces pensó en ella
eligiéndola
y sin dolor sin desesperaciones
sin angustia y sin miedo
dócilmente empezó
como otras noches
a necesitarla.

Mario Benedetti. Extraído del libro "El amor, las mujeres y la vida"

domingo, 12 de septiembre de 2010

IX

"(...)"What a silly thing Love is," said the Student as he walked away. "It is not half as useful as Logic, for it does not prove anything, and it is always telling one of things that are not true. In fact, it is quite unpractical, and, as in this age to be practical is everything, I shall go back to Philosophy and study Metaphysics."
So he returned to his room and pulled out a great dusty book, and began to read."

Fragmento extraído del cuento "The Nightingale and the Rose" de Oscar Wilde

sábado, 11 de septiembre de 2010

Doble invención

Cuando la rosa que nos mueve
cifre los términos del viaje,
cuando en el tiempo del paisaje
se borre la palabra nieve,

habrá un amor que al fin nos lleve
hasta la barca de pasaje,
y en esta mano sin mensaje,
despertará tu signo leve.

Creo que soy porque te invento,
alquimia de águila en el viento
desde la arena y las penumbras,

y tú en esa vigilia alientas
la sombra con la que me alumbras
y el murmurar con que me inventas.

Julio Cortázar

lunes, 6 de septiembre de 2010

Lo que yo quiero

I

Quiero ser la dos niñas de tus ojos
las metálicas cuerdas de tu voz,
el rubor de tu sien cuando meditas
y el origen tenaz de tu rubor

Quiero ser esas manos invisibles
que manejan por sí la Creación,
y formar con tus sueños y los míos
otro mundo mejor para los dos.
Eres tu, providencia de mi vida,
mi sostén, mi refugio, mi caudal:
cual si fueras mi madre yo te amo...
¡y todavía más!
II
Tengo celos del sol, porque te besa
con sus labios de luz y de calor,
del jazmín tropical y del jilguero
que decoran y alegran tu balcón.
Mando yo que ni el aire te sonreía:
ni los astros, ni el niño, ni la flor,
ni la Fe, ni el Amor, ni la Esperanza,
ni ninguno en lo eterno más que yo.
Eres tú, Soberana de mis noches,
mi constante, perpetuo cavilar:
ambicioso tu amor como la Gloria...
¡y todavía más!
III
Yo no quiero que alguno te consuele
si me mata la fuerza de tu amor...
¡si me matan los besos insaciables
fervorosos, ardientes que te doy!
Quiero yo que te invadan las tinieblas
cuando ya para mí no salga el sol.
Quiero yo que defiendas mi cadáver
del más leve ritual profanador.
Quiero yo que me nombres y conjures
sobre labios y frente y corazón.
Quiero yo que sucumbas o enloquezcas...
¡loca, sí, muerta, sí, te quiero yo!
Mi querida, mi bien, mi soberana,
mi refugio, mi sueño, mi caudal,
mi laurel, mi ambición, mi santa madre...
¡y todavía más!

Almafuerte