sábado, 31 de julio de 2010

VIII

"...Yo ofendida, yo burlada,             
quedé triste, quedé loca,             
quedé muerta, quedé yo,             
que es decir, que quedó toda             
la confusión del infierno             
cifrada en mi Babilonia;            
y declarándome muda,             
porque hay penas y congojas             
que las dicen los afectos             
mucho mejor que la boca,             
dije mis penas callando,             
hasta que una vez a solas,             
Violante, mi madre, ¡ay cielos!,             
rompió la prisión, y en tropa             
del pecho salieron juntas,             
tropezando unas con otras."

Fragmento del monólogo de Rosaura, extraído de la obra "La vida es sueño" (escena X) de Calderón de la Barca
 

jueves, 29 de julio de 2010

Consejos para ser escritor

Lo primero es conoser vien la hortografia.
Cuide la concordancia, el cual son necesaria para que Ud. no caigan en aquellos errores.
Y nunca empiece por una conjunción.
Evite las repeticiones, evitando así repetir y repetir lo que ya ha repetido repetidamente.
Use; correctamente. Los signos: de, puntuación.
Trate de ser claro; no use hieráticos, herméticos o errabundos gongorismos que puedan jibarizar las mejores ideas.
Imaginando, creando, planificando, un escritor no debe aparecer equivocándose, abusando de los gerundios.
Correcto para ser en la construcción, caer evite en trasposiciones.
Tome el toro por las astas y no caiga en lugares comunes.
Si Ud. parla y escribe en castellano, O.K.
¡Voto al chápiro!... creo a pies juntillas que deben evitarse las antiguallas.
Si algún lugar es inadecuado en la frase para poner colgado un verbo, el final de un párrafo lo es.
¡Por amor del cielo!, no abuse de las exclamaciones.
Poné cuidado en las conjugaciones cuando escribáis.
No utilice nunca doble negación.
Es importante usar los apóstrofo's correctamente.
Procurar nunca los infinitivos separar demasiado.
Relea siempre lo escrito, y vea si palabras. Con respecto a frases fragmentadas.


Juan Gelman, Extraído del libro "Los poemas de Sidney West", 1964

lunes, 26 de julio de 2010

1964

I

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,

cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.

Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente

para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.

II

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

Jorge Luis Borges

sábado, 24 de julio de 2010

En la fecha

Solo de ti, lleno de ti,
esta tarde a las 7,
el ciudadano de tu ausencia
se palpaba la cara, la voz, los papelitos,
deveras comprobando
que tus ruidos andaban por sus huesos
y en general te habías ido.

Golpeó puertas, teléfonos.
La gran ciudad estaba equivocada sin tu pelo, señora,
y él sentía tirones detrás del corazón.

A lo mejor era el tabaco,
de todos modos yo soy otro:
un pedazo de ti,
alguien a quien castigan puertas, ruidos, teléfonos,
y, andá a saber por qué,
toda la parentela de la muerte.


Juan Gelman, poema extraído del libro "El juego en que andamos" (1959)

El juego en que andamos

Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.

Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.

Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.

Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.


Juan Gelman, poema extraído del libro "El juego en que andamos" (1959)

martes, 20 de julio de 2010

Credo

De pronto uno se aleja de las imágenes queridas amiga
quedás frágil en el horizonte
te he dejado pensando en muchas cosas
pero ojalá pienses un poco en mi
vos sabés
en esta excursión a la muerte que es la vida
me siento bien acompañado
me siento casi con respuestas
cuando puedo imaginar que allá lejos
quizá creas en mi credo antes de dormirte
o te cruces conmigo en los pasillos del sueño
está demás decirte que a esta altura
no creo en predicadores ni en generales
ni en las nalgas de miss universo
ni en el arrepentimiento de los verdugos
ni en el catecismo del confort
ni en el flaco perdón de dios
a esta altura del partido
creo en los ojos y las manos del pueblo
en general
y en tus ojos y tus manos
en particular.



Mario Benedetti, poema extraído del libro "El amor, las mujeres y la vida"

Mención especial para MIS amigos en su día los adoro con toda el alma.

domingo, 18 de julio de 2010

Los formales y el frío

Quién iba a prever que el amor ese informal
se dedicara a ellos tan formales

mientras almorzaban por primera vez
ella muy lenta y él no tanto
y hablaban con sospechosa objetividad
de grandes temas en dos volúmenes
su sonrisa la de ella
era como un augurio o una fábula
su mirada la de él tomaba nota
de cómo eran sus ojos los de ella
pero sus palabras las de él
no se enteraban de esa dulce encuesta

como siempre o como casi siempre
la política condujo a la cultura
así que por la noche concurrieron al teatro
sin tocarse una uña o un ojal
ni siquiera una hebilla o una manga
y como a la salida hacía bastante frío
y ella no tenía medias
sólo sandalias por las que asomaban
unos dedos muy blancos e indefensos
fue preciso meterse en un boliche

y ya que el mozo demoraba tanto
ellos optaron por la confidencia
extra seca y sin hielo por favor
cuando llegaron a su casa la de ella
ya el frío estaba en sus labios los de él
de modo que ella fábula y augurio
le dio refugio y café instantáneos

una hora apenas de biografía y nostalgias
hasta que al fin sobrevino un silencio
como se sabe en estos casos es bravo
decir algo que realmente no sobre

él probó sólo falta que me quede a dormir
y ella probó por qué no te quedas
y él no me lo digas dos veces
y ella bueno por qué no te quedas
de manera que él se quedó en principio
a besar sin usura sus pies fríos los de ella
después ella besó sus labios los de él
que a esa altura ya no estaban tan fríos
y sucesivamente así
mientras los grandes temas
dormían el sueño que ellos no durmieron.

Mario Benedetti, extraído del libro "El amor, las mujeres y la vida"

viernes, 16 de julio de 2010

"El placer del texto."

Todo escritor dirá entonces: loco no puedo, sano ni me lo planteo, sólo soy siendo neurótico.

El texto que usted escribe debe demostrarme que me desea. Esa prueba existe: es la escritura. La escritura es esto: la ciencia de los gozos del lenguaje, su kamasutra (de esta ciencia no hay más que un tratado: la escritura misma).

El placer del texto es ese momento en que mi cuerpo comienza a seguir sus propias ideas —pues mi cuerpo no tiene las mismas ideas que yo.

El texto es un objeto fetiche y ese fetiche me desea. El texto me elige mediante toda una disposición de pantallas invisibles, de seleccionadas sutilezas: el vocabulario, las referencias, la legibilidad, etcétera; y perdido en medio del texto (no por detrás, como un deus ex-machina) está siempre el otro, el autor.
Como institución el autor está muerto: su persona civil, pasional, biográfica, ha desaparecido; desposeída, ya no ejerce sobre su obra la formidable paternidad cuyo relato se encargaban de establecer y renovar tanto la historia literaria como la enseñanza y la opinión. Pero en el texto, de algún modo, yo deseo al autor: tengo necesidad de su figura (que no es ni su representación ni su proyección), tanto como él tiene necesidad de la mía (salvo si sólo hay "cháchara").

ROLAND BARTHES. (Del libro El placer del texto y Lección inaugural.
Siglo XXI Editores, Madrid, 2007)

miércoles, 14 de julio de 2010

Las líneas de la mano

De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso de parqué, remonta el muro, entra en una lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí (pero es difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor y en una cabina, donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hasta el codo y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en este instate empieza a cerrarse sobra la culata de una pistola.

Julio Cortázar, relato extraído del libro "Historia de Cronopios y de famas" (1962)

lunes, 12 de julio de 2010

VII

Estoy sentado como un inválido en el desierto de mi deseo de ti
Me he acostumbrado a beber la noche lentamente,
porque sé que la habitas, no importa dónde,
poblándola de sueños.

El viento de la noche abate estrellas temblorosas en
mis manos, que aun no se conforman, viudas inconsolables
de tu pelo.

En mi corazón se agitan los pájaros que en él sembraste
y a veces les daría la libertad que exigen
para volver a ti, con el helado filo del cuchillo.

Pero no puede ser. Porque estás tan en mí, tan viva
en mí, que si me muero a ti te moriría.

Juan Gelman, poema extraído del libro "violín, y otras cuestiones"

sábado, 10 de julio de 2010

Él

¿DÓNDE estará?
¿Dónde se habrá escondido?

Creí que se ocultaba entre los ruidos.
Lo busqué.
Se había ido.

Sospeché que habitaba el desamparo.
Fui a su encuentro.
No estaba.

Pensé que su presencia me cegaba.
Me aparté.
No vi nada.

Esperaba encontrarlo en mi camino.
Lo esperé.
Aún lo espero.

Oliverio Girondo

viernes, 9 de julio de 2010

El divino amor

Te ando buscando, amor que nunca llegas,
te ando buscando, amor que te mezquinas,
me aguzo por saber si me adivinas,
me doblo por saber si te me entregas.

Las tempestades mías, andariegas,
se han aquietado sobre un haz de espinas;
sangran mis carnes gotas purpurinas
porque a salvarme, ¡oh niño!, te me niegas.

Mira que estoy de pie sobre los leños,
que a veces bastan unos pocos sueños
para encender la llama que me pierde.

Sálvame, amor, y con tus manos puras
trueca este fuego en límpidas dulzuras
y haz de mis leños una rama verde.


Alfonsina Storni

martes, 6 de julio de 2010

Si no has de amarme, dime que retire...

Si no has de amarme, dime que retire
de ti mi admiración; si no he de amarte,
haz que nunca te mire;
si no he de mirarte,
deja de ser tan hechicera y pura;
pues mi amor sin tu amor me da la muerte,
y a mi pesar te adora el alma al verte
y a mi pesar contemplo tu hermosura...
Así, dulce bien mío,
tu belleza depón o tu desvío.


Pedro Antonio de Alarcón

lunes, 5 de julio de 2010

La incertidumbre de los signos

SIGNOS. Ya sea que quiera probar su amor o que se esfuerce por descifrar si el otro lo ama, el sujeto amoroso no tiene a su disposición ningún sistema de signos seguros.


1. Busco signos, pero ¿de qué? ¿cuál es el objeto de mi lectura? ¿Es: soy amado (no lo soy ya, lo soy todavía)? ¿Es mi futuro lo que intento leer, descifrando en lo que está inscrito el anuncio de lo que me va a ocurrir, según un procedimiento que tendería a la vez a la paleografía y a la adivinación? ¿No es más bien, en resumidas cuentas, que quedo suspendido en esa pregunta, de la que pido al rostro del otro, incansablemente, la respuesta:
cuánto valgo?

2. La potencia de lo imaginario es inmediata: no busco la Imagen, me llega bruscamente. De inmediato la examino en forma retrospectiva y me pongo a hacer alternar, interminablemente, el bueno y el mal signo: "¿Qué quieren decir esas palabras tan breves: tienes toda mi estima? ¿Es posible algo más frío? ¿Es un retorno perfecto a la vieja intimidad? ¿Es una manera cortés de salir al paso de una explicación desagradable?" Como el Octavio de Stendhal, no sé nunca lo que es
normal; privado (lo sé) de toda razón, quiero refugiarme, para decidir acerca de una interpretación, en el sentido común; pero el sentido común no me suministra más que evidencias contradictorias: "¡Qué quieres, no es normal a pesar de todo salir en plena noche y regresar cuatro horas después!", "Es sin embargo muy normal dar una vuelta cuando se tiene insomnio", etc. A quien quiere la verdad no se le responde nunca más que por imágenes fuertes y vivas, pero que se hacen ambiguas, flotantes, en el momento en que se intenta transformarlas en signos: como en toda adivinación el consultante amoroso debe hacer él mismo su verdad.

3. Freud a su prometida: "Lo único que me hace sufrir es estar imposibilitado de probarte mi amor." Y Gide: "Todo en su comportamiento parecía decir: puesto que no me ama nada me importa. Ahora bien, yo la amaba todavía, e incluso nunca la había amado tanto; pero probárselo me era imposible, ahí estaba, sin duda, lo más terrible."
Los signos no son pruebas porque cualquiera puede producirlos falsos o ambiguos. De ahí es volverse, paradójicamente, sobre la omnipotencia del lenguaje: puesto que nada asegura el lenguaje, tendré al lenguaje por la única y última seguridad:
no creeré ya en la interpretación. De mi otro recibiré toda palabra como signo de verdad: y cuando sea yo el que hable, no pondré en duda que recibe como verdadero lo que diga. De donde se deduce la importancia de las declaraciones; quiero permanentemente arrancar al otro la fórmula de su sentimiento y le digo incesantemente por mi parte que lo amo: nada es dejado a la sugestión, a la adivinación:para que una cosas sea sabida es necesario que sea dicha; pero también, desde que es dicha, muy provisionalmente, es verdad.


Extraído de "Fragmentos de un discurso amoroso", Roland Barthes.

domingo, 4 de julio de 2010

Buscar

No es un verbo sino un vértigo. No indica acción. No quiere decir ir al encuentro de alguien sino yacer porque alguien no viene.

Alejandra Pizarnik, extraído del libro "Textos de sombra"

VI

"Y allí yace la voluntad, que no muere. ¿Quién conoce los misterios de la voluntad y su fuerza? Pues Dios no es más que una gran voluntad que penetra todas las cosas por obra de su fuerza. El hombre no se doblega a los ángeles, ni cede por entero a la muerte, si no es por la flaqueza de su débil voluntad."


Joseph Glanvill.

sábado, 3 de julio de 2010

La operación Astra

Sugerir el espectáculo complaciente de los defectos del orden, se ha vuelto un medio paradójico y a la vez perentorio de glorificarlo. He aquí el esquema de esta nueva demostración: tomar el valor de orden que se quiere restaurar o impulsar, manifestar ampliamente sus pequeñeces, las injusticias que produce, las vejaciones que suscita, sumergirlo en su imperfección natural; después a último momento, salvarlo a pesar de o más bien con la pesada fatalidad de sus taras ¿Ejemplos? No faltan.
Tome un ejército; manifieste sin tapujos el militarismo de sus jefes, el carácter limitado, injusto, de su disciplina y sumerja en esa tiranía tonta a un ser medio, falible pero simpático, arquetipo del espectador. Luego, a último momento, dé vuelta el sombrero mágico y saque de él la imagen de un ejército triunfante, banderas al viento, adorable, al cual, aunque golpeado, sólo se puede ser fiel, como a la mujer de Sganarelle (
De aquí a la eternidad, Mientras haya hombres).
Tome otro ejército: muestre el fanatismo científico de sus ingenieros, su ceguera; señale todo lo que un rigor tan inhumano destruye: hombres, parejas. Luego saque su propia bandera, salve al ejército por el progreso, vincule la grandeza de uno al triunfo de otro (
Los Ciclones de Jules Roy). Finalmente, la iglesia: diga su fariseísmo de una manera ardiente, la estrechez de espíritu de sus beatos, indique que todo esto puede ser criminal, no oculte ninguna de las miserias de la fé. Y luego, in extremis, deje entender que la letra, por ingrata que sea, es una vía de salvación para sus propias víctimas y justifique el rigor moral por la santidad de aquellos a quienes abruma (Living Room de Graham Greene).
Es una suerte de homeopatía: se curan las dudas contra la iglesia, contra el ejército. Se inocula una enfermedad banal, para prevenir o curar una esencial. Rebelarse contra la inhumanidad de los valores del orden, se piensa, es una enfermedad común, natural, excusable; no hace falta enfrentarla, sino más bien exorcizarla como si fuera un caso de posesión. Se hace actuar al enfermo la representación de su mal, se lo conduce a conocer el rostro de su rebelión. Porque una vez distanciado, mirado, el orden sólo es mezcla maniquea y por lo tanto fatal; ganador en ambos tableros y por consiguiente benéfico. El mal inmanente de los defectos es recuperado por el bien trascendente de la religión, de la patria, de la iglesia, etc.
Un poco de mal "confesado" evita reconocer mucho mal oculto.
Podemos reencontrar en la publicidad un esquema novelesco que da cuenta cabal de esta nueva vacuna. Se trata de la publicidad
Astra (aclaración: no el coche, una famosa marca de margarinas, europea de los '50 aproximadamente). La historieta siempre comienza con un grito de indignación dirigido a la Margarina: "¿Un batido a la Margarina? ¡Ni pensarlo!" "¿Margarina? ¡Tu tío se pondrá furioso!" Y luego los ojos se abren, la conciencia se amolda, la margarina es un delicioso alimento, agradable, digestivo, económico, útil en cualquier circunstancia. Conocemos la moraleja: "¡Al fin se han liberado de un prejuicio que les costaba caro!". De la misma manera, el orden los libera de los prejuicios progresistas. El ejército ¿valor ideal? Ni pensarlo. Vean sus vejaciones, su militarismo, la ceguera siempre posible de sus jefes. La iglesia ¿infalible?, lamentablemente, es muy dudoso que lo sea. Vean sus beatos, sus sacerdotes sin poder, su conformismo criminal. Y luego el sentido común realiza el balance: ¿qué son las pequeñas escorias del orden al lado de sus ventajas? Bien vale el precio de una vacuna. ¿Qué importa, después de todo, que la Margarina sea pura grasa, si su rendimiento es superior al de la manteca?
¿Qué importa, después de todo, que el orden sea un poco brutal o un poco ciego, si nos permite vivir fácilmente? Al final, también nosotros nos encontramos libres de un prejuicio que nos costaba caro, demasiado caro, que nos costaba demasiados escrúpulos, demasiadas rebeliones, demasiados combates y demasiada soledad.


Extraído de Mitologías de Roland Barthes, 1957 Éditions du Seuil

jueves, 1 de julio de 2010

V

Tócame la mejilla por si encuentras
una humedad antigua y olvidada.
Es del tiempo que quise ser caballo
para no ser fantasma.

Tócame la mejilla. Vamos, anda...


Juan Gelman, extraído del libro ""violín" y otras cuestiones" (1956)

Amor 77

Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman,

se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.


Julio Cortázar, cuento breve o micro-relato extraído del libro "Un tal Lucas" (1979)