jueves, 14 de octubre de 2010

Hacer una escena

ESCENA La figura apunta a toda "escena" (en el sentido restringido del término) como intercambio de cuestionamientos recíprocos.

Históricamente, la escena
Cuando dos sujetos disputan de acuerdo con un intercambio regulado de réplicas y con vistas a tener la "última palabra", estos dos sujetos están ya casados: La escena es para ellos el ejercicio de un derecho[...] Cada uno a su turno dice en la escena lo que quiere decir:jamás tú sin mí, y recíprocamente. Tal es el sentido de lo que se llama eufemísticamente el diálogo: no escucharse el uno al otro sino servirse en común de un principio igualitario de repartición de los bienes de la palabra.

La mecánica de la escena
La escena parte de una diferencia, en la cual hay un solo sujeto, dividido por un diferencial de energía (la escena es eléctrica). Para que ese desequilibrio sea puesto en movimiento (como un motor), para que la escena adquiera su velocidad adecuada, es preciso un señuelo, que cada uno de los participantes se esfuerce por atraer a su campo; ese señuelo es comúnmente un hecho (que uno afirma y el otro niega) o una decisión (que uno impone y el otro rechaza). El acuerdo es lógicamente imposible en la medida en que lo que se discute no es el hecho o la decisión. La réplica característica de la escena no tiene ningún fin demostrativo, persuasivo, sino solamente un origen, y que este origen no sea jamás sino inmediato: en la escena me adhiero a lo que acaba de ser dicho. Cada argumento es elegido de tal suerte que sea simétrico y, por así decirlo, igual a su hermano, y sin embargo aumentado por un suplemento de protesta: en suma por una sobrepuja. Esta sobrepuja no es jamás otra cosa que el grito de Narciso: ¡Y yo! ¡Y yo!

La escena insignificante
Ninguna escena tiene un sentido, ninguna progresa hacia un esclarecimiento o una transformación. La escena no es ni práctica ni dialéctica; es lujosa en definitiva ociosa.

La última palabra
Insignificante, la escena lucha sin embargo con la insignificancia. Todo participante de una escena sueña con tener la última palabra. Hablar el último, "concluir", es dar sentido a todo lo que se ha dicho, es dominar por completo el sentido; en el espacio de la palabra lo que viene al último ocupa un lugar soberano, reservado. Todo combate de lenguaje se dirige a la posesión de ese lugar; mediante la última palabra voy a desorganizar, a "liquidar" al adversario, voy a infringirle una herida (narcísica) mortal, voy a reducirlo al silencio, voy a castralo de toda palabra. Toda la escena se desarrolla con vistas a ese triunfo: no se trata de ningún modo de que cada réplica concurra a la victoria de una verdad y construya poco a poco esta verdad, sino solamente que la última réplica sea la buena: es el último golpe de dados lo que cuenta.

Adaptación del libro "Fragmentos de un discurso amoroso" de Roland Barthes

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