jueves, 29 de diciembre de 2011

XXVI



EL LOCO. ¿No habéis oído hablar de ese loco que encendió un farol en pleno día y corrió al mercado gritando sin cesar: “¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios!”. Como precisamente estaban allí reunidos muchos que no creían en dios, sus gritos provocaron enormes risotadas. ¿Es que se te ha perdido?, decía uno. ¿Se ha perdido como un niño pequeño?, decía otro. ¿O se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se habrá embarcado? ¿Habrá emigrado? - así gritaban y reían alborozadamente. El loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada. “¿Qué a dónde se ha ido Dios? -exclamó-, os lo voy a decir. Lo hemos matado: ¡vosotros y yo! Todos somos su asesino. Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hicimos cuando desencadenamos la tierra de su sol? ¿Hacia dónde caminará ahora? ¿Hacia dónde iremos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No nos caemos continuamente? ¿Hacia delante, hacia atrás, hacia los lados, hacia todas partes? ¿Acaso hay todavía un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita? ¿No nos roza el soplo del espacio vació? ¿No hace más frío? ¿No viene de contiuno la noche y cada vez más noche? ¿No tenemos que encender faroles a mediodía? ¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros que entierran a Dios? 


Fragmento extraído del párrafo 125 del libro "La gaya ciencia", de Friedrich Nietzsche. 

viernes, 23 de diciembre de 2011

XXV



Yet each man kills the thing he loves
By each let this be heard,
Some do it with a bitter look,
Some with a flattering word,
The coward does it with a kiss,
The brave man with a sword!


Some kill their love when they are young,
And some when they are old;
Some strangle with the hands of Lust,
Some with the hands of Gold:
The kindest use a knife, because
The dead so soon grow cold.


Some love too little, some too long,
Some sell, and others buy;
Some do the deed with many tears,
And some without a sigh:
For each man kills the thing he loves,
Yet each man does not die.


He does not die a death of shame
On a day of dark disgrace,
Nor have a noose about his neck,
Nor a cloth upon his face,
Nor drop feet foremost through the floor
Into an empty place.



Fragmento del poema "The ballad of reading Gaol", de Oscar Wilde

miércoles, 21 de diciembre de 2011

The happiest day, the happiest hour.


The happiest day - the happiest hour
My sear'd and blighted heart hath known,
The highest hope of pride and power,
I feel hath flown.

Of power! said I? yes! such I ween;
But they have vanish'd long, alas!
The visions of my youth have been -
But let them pass.

And, pride, what have I now with thee?
Another brow may even inherit
The venom thou hast pour'd on me
Be still, my spirit!

The happiest day - the happiest hour
Mine eyes shall see - have ever seen,
The brightest glance of pride and power,
I feel - have been:

But were that hope of pride and power
Now offer'd with the pain
Even then I felt - that brightest hour
I would not live again:

For on its wing was dark alloy,
And, as it flutter'd - fell
An essence - powerful to destroy
A soul that knew it well.




Edgar Allan Poe.

sábado, 26 de noviembre de 2011

XXIV


Enfermera Dios te puso en éste mundo
para aliviar el dolor del que sufre.


No demuestras fatiga ni cansancio
cuando estás abocada a tu noble misión.


Fuiste creada para ser bálsamo
que cura heridas.


En las noches caminas como un ángel
vestida de blanco cuidando el sueño de tus pacientes.


Ríes y sonríes aunque tu corazón llore por dentro.


Muchas veces sientes que tu tarea fue inútil
por el fracaso de un tratamiento.


Estás presente en el inicio y el fin de la vida.


Rosa, Blanca, Sandra, María, Lidia, Silvia o como te llames.


A ti abnegada enfermera están dirigidas éstas frases
tú mereces mucho más de lo que la vida te entrega,
no olvides que Dios te tiene preparado un lugar lleno de paz,
en compensación de tu noble labor

miércoles, 23 de noviembre de 2011

La ciudad sin Laura

En la ciudad callada y sola mi voz despierta una 
     profunda resonancia. 
Mientras la noche va creciendo pronuncio un 
     nombre y este nombre me acompaña. 
La soledad es poderosa pero sucumbe ante mi voz 
     enamorada. 
No puede haber nada tan fuerte como una voz 
     cuando esa voz es la del alma. 
En el sonido con que suena siento el sonido de 
     una música lejana. 
Y en la energía remota que la mueve siento el calor de
     una remota llamarada. 
Porque mi voz es una chispa de aquella hoguera 
     que eterniza lo que abrasa.
Porque mi amor es una chispa de aquella hoguera
     que eterniza lo que abrasa. 
Para poblar este desierto me basta y sobra con 
     decir una palabra. 
El dulce nombre que pronuncio para poblar este 
     desierto es el de Laura.





Fragmento del poema de Francisco Luis Bernárdez

sábado, 15 de octubre de 2011

Nihilismo: "Los fines superiores se desvalorizan". Es un momento inestable, amenazado, pues otros valores superiores tienden inmediatamente antes de que los primeros sean destruidos a tomar el primer puesto; la dialéctica no hace más que ligar posibilidades sucesivas: de ahí provine la confusión en el seno mismo del anarquismo. ¿Cómo instalar la carencia de todo valor superior? ¿La ironía? La ironía proviene siempre de un lugar seguro. ¿La violencia? Es un valor superior y de los mejor codificados ¿El goce? Sí, en tanto no sea dicho, convertido en doctrina. El nihilismo más consecuente es tal vez aquel que se enmascara: de una manera interior a las instituciones, a los discursos conformistas, a las finalidades aparentes.

Extraído del libro "El placer del texto y lección inaugural", de Roland Barthes.

lunes, 3 de octubre de 2011

Una carta de amor

Todo lo que de vos quisiera
es tan poco en el fondo
porque en el fondo es todo

como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía,

todo eso es tan poco
yo lo quiero de vos porque te quiero.

Que mires más allá de mí,
que me ames con violenta prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,

y que el placer que juntos inventamos
sea otro signo de la libertad.



Julio Cortázar.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Historia de fantasmas

Los dos fantasmas, uno azul y otro blanco, se encontraron frente a la caverna consabida. Se saludaron en silencio y avanzaron un buen trecho, sin pisarse las sábanas, cada uno sumido en sus cavilaciones. Era una noche neblinosa, so se distinguían árboles ni muros, pero allá arriba, muy arriba, allá estaba la Luna.
-Es curioso- dijo de pronto el fantasma blanco-, es curioso cómo el cuerpo ya no se acuerda de uno. Por suerte, porque cuando se acordaba era para que sufriéramos.
-¿Sufriste mucho?- preguntó el fantasma azul.
-Bastante. Hasta que lo perdí de vista, mi cuerpo tenía quemaduras de cigarrillos en la espalda, le faltaban tres dientes que le habían sido arrancados sin anestesia, no se había olvidado de cuando le metían la cabeza en una pileta de orines y mierda, y sobre todo se miraba de vez en cuando sus testículos achicharrados.
-Oh- fue la única sílaba que pronunció o pensó o suspiró el fantasma azul.
-¿Y vos?- preguntó a su vez el otro-. ¿También tu cuerpo te transmitía sufrimientos?
-No tanto mi cuerpo, sino de los otros.
-¿De otros, acaso eras médico?
-No precisamente. Yo era el verdugo.
El fantasma blanco recordó que allá arriba, muy arriba, allá estaba la Luna. La miró sólo porque tenía la necesidad de encandilarse. Pero la Luna no es Sol.
Con una punta de su sábana impoluta se limpió una brizna de odio. Luego se alejó, flotando, blanquísimo en la niebla protectora, en busca de algún dios o de la nada.


Texto de Mario Benedetti, extraído del libro "La vida ese paréntesis".

martes, 30 de agosto de 2011

El miedo manda

Habitamos un mundo gobernado por el miedo, el miedo manda, el poder come miedo, ¿qué sería

del poder sin el miedo? Sin el miedo que el propio poder genera para perpetuarse.

El hambre desayuna miedo.
El miedo al silencio que aturde las calles.
El miedo amenaza.
Si usted ama tendrá sida.
Si fuma tendrá cáncer.
Si respira tendrá contaminación.
Si bebe tendrá accidentes.
Si come tendrá colesterol.
Si habla tendrá desempleo.
Si camina tendrá violencia.
Si piensa tendrá angustia.
Si duda tendrá locura.
Si siente tendrá soledad.

El miedo global

Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.
Y los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
Los automovilistas tienen miedo a caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo a los militares. Los militares tienen miedo a la falta de armas.
Las armas tienen miedo a la falta de guerra.
Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Miedo a los ladrones y miedo a la policía.
Miedo a la puerta sin cerradura.
Al tiempo sin relojes.
Al niño sin televisión.
Miedo a la noche sin pastillas para dormir y a la mañana sin pastillas para despertar.
Miedo a la soledad y miedo a la multitud.
Miedo a lo que fue.
Miedo a lo que será.
Miedo de morir.
Miedo de vivir.

Eduardo Galeano, extraído del ciclo "La vida según Galeano"

domingo, 21 de agosto de 2011

Utopías...




Eduardo Galeano recitando un extracto de su texto "El derecho al delirio"

viernes, 29 de julio de 2011

jueves, 14 de julio de 2011

A una razón

Un golpe de tu dedo sobre el tambor descarga todos los sonidos y comienza la nueva armonía.
Un paso tuyo, es el alzamiento de los nuevos hombres y su avance.
Tu cabeza se aparta: ¡el nuevo amor! Tu cabeza se vuelve, -¡el nuevo amor!
"Cambia nuestra suerte, acribilla las plagas, comenzando por el tiempo", te cantan esos niños. "Levanta no importa adónde la sustancia de nuestras fortunas y deseos", te suplican.
Llegada de siempre, te irás por todas partes.


Extraído del libro Iluminaciones, de Arthur Rimbaud.

martes, 21 de junio de 2011

Un sueño

Antes del alba soñé un sueño que me dejó abrumado y que trataré de ordenar. Tus mayores te engendran. En la otra frontera de los desiertos hay unas aulas polvorientas o, si se quiere, unos depósitos polvorientos y en esas aulas o depósitos hay filas paralelas de pizarrones cuya longitud se mide por leguas o por leguas de leguas y en los que alguien ha trazado con tiza letras y números. Se ignora cuántos pizarrones hay en conjunto pero se entiende que son muchos y que algunos están abarrotados y otros casi vacíos. las puertas de los muros son corredizas, a la manera del Japón, y están hechas de un metal oxidado. El edificio es circular, pero es tan enorme que desde afuera no se advierte la curvatura y lo que se ve es una recta. Los apretados pizarrones son más altos que un hombre y alcanzan hasta el cielo raso de yeso, que es blanquecino o gris. en el costado izquierdo del pizarrón hay primero palabras y después números. Las palabras se ordenan verticalmente, como en un diccionario. La primera es Aar, el nombre de un río. La siguen los guarismos arábigos, cuya cifra es indefinida pero seguramente no infinita. Indican el número preciso de veces que verás aquel río, el número preciso de veces que lo descubrirás en el mapa, el número preciso de veces que soñarás con él. La última palabra es Zwingli y queda muy lejos. En otro desmedido pizarrón está inscrita neverness y al lado de esa extraña palabra hay ahora una cifra. Todo el decurso de tu vida está en esos signos. No hay un segundo que no esté royendo una serie. Agotarás la cifra que corresponde al sabor del jengibre y seguirás viviendo. Agotarás la cifra que corresponde a la lisura del cristal y seguirás viviendo unos días. Agotarás la cifra de los latidos que te han sido fijados y entonces habrás muerto.


Jorge Luis Borges, 21 de julio de 1983.

miércoles, 15 de junio de 2011

Duerme tranquilo

Dijiste la palabra que enamora
a mis oídos. Ya olvidaste. Bueno.
Duerme tranquilo. Debe estar sereno
y hermoso el rostro tuyo a toda hora.

Cuando encanta la boca seductora
debe ser fresca, su decir ameno;
para tu oficio de amador no es bueno
el rostro ardido del que mucho llora.

Te reclaman destinos más gloriosos
que el de llevar, entre los negros pozos
de las ojeras, la mirada en duelo.

¡Cubre de bellas víctimas el suelo!
Más daño al Mundo hizo la espada fatua
de algún bárbaro Rey. Y tiene estatua.


Alfonsina Storni.

sábado, 4 de junio de 2011

RECORDAR: Del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón.

martes, 24 de mayo de 2011

Los nadies

SUEÑAN las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.


Eduardo Galeano, extraído de "El libro de los abrazos".

martes, 17 de mayo de 2011

Dios

Hay muchos pensadores que sostienen la ineptitud de la Metafísica para probar nada. Sea como sea, parece que problemas como el de la existencia de Dios sólo tienen cabida en la Filosofía; si ésta no sirve, tanto peor para los que no les basta con la fe y sienten la necesidad de probar la existencia o inexistencia de Dios; pero que no se busquen argumentos en la ciencia.
La ciencia es totalmente ajena a esta cuestión y la prueba está en que de ella se ha pretendido sacar argumentos en favor y en contra de la existencia de Dios: Kepler y Newton se extasiaban ante el orden universal que, según ellos, implicaba la existencia de Alguien que lo hubiese establecido; Marpertuis suponía que el principio de mínima acción de la dinámica era la mejor prueba de una Sabiduría Divina; Jeans piensa que este universo ha sido construido por un Dios matemático, con conocimiento del cálculo tensorial y la teoría de los grupos. Por el otro lado, hay espíritus dispuesto a creer que el desarrollo de la ciencia prueba la inexistencia de Dios; no veo, sin embargo, cómo el descubrimiento de leyes en el terreno de la biología y de la psicología puede resultar reconfortante para los que piensan así; si no muestran que buena parte del mundo psíquico revela la obediencia a leyes estrictas; pero ¿No es la existencia de leyes ineluctables lo que lleva a otros a creer en la existencia de Dios?
En realidad un censo de opiniones mostraría que buena parte de los sabios creen en un Principio Ordenador. Por mi parte, me parece que la ciencia estricta nada puede probar en este problema. En la medida en que sus hombres pronuncian estas ansiosas afirmaciones no pertenecen a la ciencia: pertenecen a la Teología de la Metafísica, que tanto odian.


Ernesto Sabato, extraído del libro "Uno y el Universo"

lunes, 2 de mayo de 2011

Táctica y estrategia

Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos

mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible

mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con que pretexto
pero quedarme en vos

mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos

mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple

mi estrategia es
que un día cualquiera
ni sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.

Mario Benedetti

viernes, 22 de abril de 2011

El Beso invisible

En las tinieblas de la calle Bacacay acecha un beso malvado.
Esto es lo que sucede: el joven paseante siente de pronto que lo besan en la boca. Sin embargo, no ve a nadie. Este beso es el último que recibirá en su vida.
Las viejas dicen que una Dama Invisible prodiga los besos de clausura.
Las personas instruidas prefieren imaginar un beso suelto.
Los muchachos timoratos se tapan la boca con pañuelos y bufandas.
Unos vivillos del barrio pretenden haber descubierto un contrahechizo que consiste en besar inmediatamente a una mujer de carne y hueso.
Los mozos arremetedores recorren la calle Bacacay, fingen ser besados y se abalanzan sobre las niñas más cercanas en busca de un beso redentor.
Por cierto, ninguna se niega.


Alejandro Dolina. Extraído del libro "Crónicas del Ángel Gris".

domingo, 3 de abril de 2011

XXII

"Fermina Daza estaba en la cocina probando la sopa para la cena, cuando oyó el grito de horror de Digna Pardo y el alboroto de la servidumbre de la casa y en seguida el del vecindario. Tiró la cuchara de probar y trató de correr como pudo con el peso invencible de su edad, gritando como una loca sin saber todavía lo que pasaba bajo las frondas del mango, y el corazón le saltó en astillas cuando vio a su hombre tendido bocarriba en el lodo, ya muerto en vida, pero resistiéndose todavía un último minuto al coletazo final de la muerte para que ella tuviera tiempo de llegar. Alcanzó a reconocerla en el tumulto a través de las lágrimas del dolor irrepetible de morirse sin ella, y la miró por última vez para siempre jamás con los ojos más luminosos, más tristes y más agradecidos que ella no le vio nunca en medio siglo de vida en común, y alcanzó a decirle con el último aliento:
-Sólo Dios sabe cuánto te quise."


Fragmento extraído del libro "El amor en los tiempos del cólera",de Gabriel García Márquez, sobre la muerte de Juvenal Urbino.

sábado, 26 de marzo de 2011

Opiniones

Un hombre deseaba violentamente a una mujer,
a unas cuantas personas no les parecía bien,
un hombre deseaba locamente volar,
a unas cuantas personas les parecía mal,
un hombre deseaba ardientemente la Revolución
y contra la opinión de la gendarmería
trepó sobre muros secos de lo debido,
abrió el pecho y sacándose
los alrededores de su corazón,
agitaba violentamente a una mujer,
volaba locamente por el techo del mundo
y los pueblos ardían, las banderas.


Juan Gelman.

martes, 22 de marzo de 2011

Única sabiduría

Lo único que sabemos
es lo que nos sorprende:
que todo pasa, como
si no hubiera pasado.

Silvina Ocampo.

martes, 8 de marzo de 2011

Auguries of Innocence

TO see a world in a grain of sand,
And a heaven in a wild flower,
Hold infinity in the palm of your hand,
And eternity in an hour.



Fragmento del poema de William Blake

martes, 1 de marzo de 2011

Historia del que padecía los dos males

En la calle Caracas vivía un hombre que amaba a una rubia.
Pero ella lo despreciaba enteramente.
Unas cuadras más abajo dos morochas se morían por el hombre y se le ofrecían ante su puerta. Él las rechazaba con honestidad.
El amor depara dos máximas adversidades de opuesto signo: amar a quien no nos ama y ser amados por quien no podemos amar.
El hombre de la calle Caracas padeció ambas desgracias al mismo tiempo y murió una mañana ante el llanto de las morochas y la indiferencia de la rubia.


Alejandro Dolina, extraído del libro "Crónicas del Ángel Gris"

miércoles, 23 de febrero de 2011

Escrúrpulo

Me parece que vivo

que estoy entre los ruidos

que miro las paredes,

que estas manos son mías,

pero quizás me engañe

y paredes y manos

sólo sean recuerdos

de una vida pasada.

He dicho "me parece"

yo no aseguro nada.

Oliverio Girondo.

sábado, 19 de febrero de 2011

jueves, 17 de febrero de 2011

XXI

"A las ocho vino José María con la noticia, casi sin rodeos me dijo que Celina acababa de morir. Recuerdo que reparé instantáneamente en la frase, Celina acabando de morirse, un poco como si ella misma hubiera decidido el momento en que eso debía concluir..."


Fragmento extraído del cuento "Las puertas del cielo" de Julio Cortázar.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Alegoría

Ésta es una mujer de rotunda cadera
que permite en el vino mojar su cabellera.
Las garras del amor , las mismas del granito.
Se ríe de la muerte y la depravación,
y, a pesar de su fuerte poder de destrucción,
las dos han respetado hasta ahora, en verdad,
de su cuerpo alto y firme la altiva majestad.

Anda como una diosa y tiende sultana,
siente por el placer fe mahometana.
Y cuando abre los brazos, sus pechos soberanos
demanda la mirada de todos los humanos.

Ella sabe, ella sabe, ¡oh doncella infecunda!,
necesaria, no obstante a la caterva inmunda,
que la beldad del cuerpo es un sublime don
que de cualquier infamia asegura el perdón.

Ella ignora el infierno y purgatorio ignora,
y mirará por eso, cuando le llegue la hora,
la cara de la muerte en un tan duro momento,
como un niño: sin odio sin remordimiento.

Charles Baudelaire (traducción de María Fasce)

martes, 15 de febrero de 2011

XX

"Supongamos que te despiertes un día desnudo en la cama de un cuarto vacío e impecable, que tu única certeza sea un vago dolor por todo el cuerpo y que sientas que es sólo el residuo de un gran dolor anterior, ya en retirada; que mires alrededor y no reconozcas el lugar ni tu propio rostro en el espejo te diga nada; que disfrutes de la visión del parque en la ventana, que sepas el nombre de las cosas pero no el tuyo. Que apenas el idioma en que esté escrito el diario abandonado junto a tu cabecera te resulte comprensible, pero no los personajes de los que hable, ni la ciudad ni la fecha al pie de un título inexpresivo.

Que en cierto momento alguien entre al cuarto y sepas quedarte sin preguntar pero además compruebes, con alivio inexplicable, que tampoco te pregunten; que en horas y en días sucesivos personas formales e impenetrables se ocupen de alimentarte, vestirte, mostrarte una ciudad que te resulte vagamente familiar, como conocida en un sueño; que todo transcurra de un modo natural, que nadie te ordené nada pero que sepas, simplemente, qué ha de suceder cada día.

Que una noche te despierte el rumor del roce de las sábanas a tu lado y sientas deslizarse un cuerpo desnudo y cálido; que la mujer o el cuerpo que la represente sea joven y saludable, distante pese a la evidencia de su entrega; que su piel tenga el sabor y los detalles de lo conocido; que no sepa su nombre; que cuando respires junto a su boca sientas el aire usado, la devolución de un aliento vivido.[...]"


Fragmento extraído del cuento de Juan Sasturain, "Subjuntivo".


Subjuntivo: modo verbal que expresa la acción del verbo con significación de duda, posibilidad o deseo.

miércoles, 19 de enero de 2011

XIX

"Si una noche de invierno un viajero, fuera del poblado de Malbork, asomándose desde la abrupta costa sin temer el viento y el vértigo, mira hacia abajo donde la sombra se adensa en una red de líneas que se entrelazan, en una red de líneas que se intersecan sobre la alfombra de hojas iluminadas por la luna en torno a una fosa vacía -¿Cuál historia espera su fin allá abajo?-, pregunta, ansioso de escuchar el relato."


Fragmento extraído del libro "Si una noche de invierno un viajero" de Italo Calvino.


advertencia: si mientras lo leen sienten que se están comiendo un spoiler, sorry, probablemente sea así.

viernes, 14 de enero de 2011

Los justos

Un hombre que cultiva un jardín,
como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur
juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita
un color y una forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página,
que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen
los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar
un mal que le han hecho.
El que agradece
que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan la razón.
Esas personas, que se ignoran,
están salvando el mundo.

Jorge Luis Borges

martes, 11 de enero de 2011

Ahora

Ahora como un ángel apareces
y me rodeas sin decirme nada.
Ángel que yo cuidara tantas veces
sin saberlo, callada.

En todo lo que miro permaneces
como el aire feliz de la mirada.
Me parezco a tu ausencia y te pareces
a mí resucitada.

Porque viniste cuando me moría
a devolverme a vivas caridades;
porque mi noche muda se hizo día

por gracia de tu voz iluminada,
en esta eternidad con que me invades
yo que no era, soy tu enamorada.

Maria Elena Walsh. (R.I.P. 10 de enero del 2010) :(


viernes, 7 de enero de 2011

Una broma sin importancia

Un claro mediodía de invierno... El frío es intenso, el hielo cruje, y a Nádeñka, que me tiene agarrado del brazo, la plateada escarcha le cubre los bucles en las sienes y el vello encima del labio superior. Estamos sobre una alta colina. Desde nuestros pies hasta el llano se extiende una pendiente, en la cual el sol se mira como en un espejo. A nuestro lado está un pequeño trineo, revestido con un llamativo paño rojo.

—Deslicémonos hasta abajo, Nadezhda Petrovna —le suplico—. ¡Siquiera una sola vez! Le aseguro que llegaremos sanos y salvos.

Pero Nádeñka tiene miedo. El espacio desde sus pequeñas galochas hasta el pie de la helada colina le parece un inmenso abismo, profundo y aterrador. Ya sólo al proponerle yo que se siente en el trineo o por mirar hacia abajo se le corta el aliento y está a punto de desmayarse; ¡qué no sucederá entonces cuando ella se arriesgue a lanzarse al abismo! Se morirá, perderá la razón.

—¡Le ruego! —le digo—. ¡No hay que tener miedo! ¡Comprenda, de una vez, que es una falta de valor, una simple cobardía!

Nádeñka cede al fin, y advierto por su cara que lo hace arriesgando su vida. La acomodo en el trineo, pálida y temblorosa; la rodeo con un brazo y nos precipitamos al abismo. El trineo vuela como una bala. El aire hendido nos golpea en la cara, brama, silba en los oídos, nos sacude y pellizca furibundo, quiere arrancar nuestras cabezas. La presión del viento torna difícil la respiración. Parece que el mismo diablo nos estrecha entre sus garras y, afilando, nos arrastra al infierno. Los objetos que nos rodean se funden en una solo franja large que corre vertiginosamente... Un instante más y llegará nuestro fin.

—¡La amo, Nadia!—digo a media voz.

El trineo comienza a correr más despacio, el bramido del viento y el chirriar de los patines ya no son tan terribles, la respiración no se corta más y, por fin, estamos abajo. Nádeñka llegó más muerta que viva. Está pálida y apenas respira... La ayudo a levantarse.

—iPor nada del mundo haría otro viaje! —dice mirándome con ojos muy abiertos y llenos de horror—. ¡Por nada del mundo! ¡Casi me muero!

Al cabo de un rato vuelve en sí y me dirige miradas inquisitivas ¿fui yo quien dijo aquellas tres palabras o simplemente le pareció oírlas en el silbido del remolino? Yo fumo a su lado y examino mi guante con atención.

Me toma del brazo y comenzamos un largo paseo cerca de la colina. El misterio por lo visto no la deja en paz. ¿Fueron dichas aquellas palabras o no? ¿Sí o no? Es una cuestión de amor propio, de honor, de vida, de dicha; una cuestión muy importante, la más importante en el mundo. Nadeñka vuelve a dirigirme su mirada impaciente, triste, penetrante, y contesta fuera de propósito, esperando que yo diga algo. ¡Oh, qué juego de matices hay en este rostro simpático! Veo que está luchando consigo misma, que tiene necesidad de decir algo, de preguntar, pero no encuentra las palabras, se siente cohibida, atemorizada, confundida par la alegria...

—¿Sabes una cosa? -—dice sin mirarme.

—¿Qué?—!e pregunto.

—Hagamos... otro viajecito.

Subimos por la escalera. Vuelvo a acomodar a la temblorosa y pálida Nádeñka en el trineo

y de nuevo nos lanzamos en el terrible abismo; de nuevo brama el viento y zumban los patines; y de nuevo, al alcanzar el trineo su impulso más fuerte y ruidoso, digo a media voz:

—¡La amo, Nadia!

Cuando el trineo se detiene, Nádeñka contempla la colina por la que acabamos de descender; luego clava su mirada en mi cara, escucha mi voz, indiferente y desapasionada, y toda su pequeña figura, junto con su manguito y su capucha, expresa un extremo desconcierto. Y su cara refleja una serie de preguntas: “¿Cómo es eso? ¿Quién ha pronunciado aquellas palabras? ¿Ha sido él o me ha parecido oírlas y nada más?"

La incertidumbre la tornaba inquieta, la pone nerviosa. La pobre muchacha no contesta mis preguntas, frunce el ceño, está a punto de llorar.

¿Será hora de irnos a casa? —le pregunto.

—A mi... a mi me gustan estos viajes en trineo —dice, ruborizándose—. ¿Haremos uno más?

Le "gustan" estos viajes, pero al sentarse en el trineo, palidece igual que antes, tiembla y contiene el aliento.

Descendemos par tercera vez, y noto cómo está observando mi cara y mis labios. Pero yo me cubro la boca con un pañuelo, y toso y al llegar a la mitad de la colina alcanzo a musitar:

—¡La amo, Nadia!

Y el misterio sigue siendo misterio. Nádeñka guarda silencio, piensa en algo... Nos retiramos

de la pista y ella trata de aminorar la marcha, esperando siempre que yo diga aquellas palabras. Veo cómo sufre su corazón y cómo ella se esfuerza para no decir en voz alta: "¡No puede ser que las haya dicho el viento! ¡Y no quiero que haya sido el viento!"

A la mañana siguiente recibo una esquela: "Si usted va hay a la pista de patinaje, venga a buscarme. N." Y a partir de ese dia voy con Nádeñka'a la pista todos los dias y, al precipitarnos hacia abajo en el trineo, coda vez pronuncio a media voz siempre las mismos palabras:

—¡La amo, Nadia!

En poco tiempo, Nádeñka se habitúa a esta frase, como uno se habítúa al vino o a la morfina. Ya no puede vivir sin ella. Es verdad que siempre le da miedo deslizarse par la colina helada,

pero ahora el miedo y el peligro otorgan un encanto especial a las palabras de amor, palabras que constituyen un misterio y oprimen ducemente el corazón. Los sospechosos son siempre dos: el viento y yo... Ella no sabe quién de los dos le declara su amor, pero ello, por lo visto, ya la tiene sin cuidado; poco importa el recipiente del cual uno bebe, lo esencial es sentirse embriagado.

Una vez, al mediodia, fui solo a la pista: mezclado con la multitud, vi a Nádeñka acercarse a la

colina y buscarme con los ojos... Timidamente sube a la escalera... Le da mucho miedo viajar sola, ¡oh, qué miedo! Está blanca como la nieve y tiembla como si se dirigiera a su propia ejecución. Pero va decidida, sin mirar para atrás.

Por lo visto, ha decidido probar, al fin: ¿Se oyen aquellas sorprendentes y dulces palabras cuando yo no estoy? La veo colocarse en el trineo, pálida, con la boca abierta por el miedo, cerrar los ojos y emprender la marcha, después de despedirse para siempre de la tierra. "Zsh-zsh-zsh-zsh"... Zumban lo s patines. Si Nádeñka está oyendo aquellas palabras o no, no lo sé... La veo levantarse del trineo exhausta, débil. Y se ve por su cara que ella misma no sabe si ha oido algo o no. Mientras estuvo deslizándose hacia abajo, el miedo le quitó la capacidad de escuchar, de distinguir sonidos, de entender...

Y he aqui que llega el primaveral mes de marzo... El sol se torna más cariñoso. Nuestra montaña de hielo se oscurece, pierde su brillo y por fin se derrite. Nuestros viajes en trineo se interrumpen. La pobre Nádeñta ya no tiene dónde escuchar aquellas palabras y además no hay quien las pronuncie, puesto que el viento se ha aquietado y yo estoy por irme a Petersburgo, par mucho tiempo, quizá para siempre.

Unos dias antes de mi partida al anochecer, estoy sentado en ei jardín. Este jardin está separado de la casa de Nádeñka por una alta palizada con clavos... Aún hace bastante frio, en los rincones del patio exterior hay nieve todavía, los árboles parecen muertos; pero ya huele a primavera y los grajos, acomodándose para dormir desatan su último vocerío de la jornada. Me acerco a la empalizada y durante largo rato miro por una hendidura. Veo a Nádeñka salir al patio y alzar su triste acongojada mirada al cielo... El viento de primavera sopla directamente en su pálido y sombrio rostro... Le hace recordar aquel otro viento que bramaba en la colina dejando oír aquellas tres palabras, y su cara se pone triste, muy triste, y una lágrima se desliza par su mejilla. La pobre muchacha extiende ambos brazos como suplicando al viento le traiga una vez más aquellas palabras. Y yo, al llegar una ráfaga de viento, digo a media voz:

—¡La amo, Nadia!

¡Por Dios, hay que ver lo que sucede con Nádeñka! Deja escapar un grito y con amplia sonrisa

tiende sus brazos hacia el viento, alegre, feliz, tan bella.

Y yo me voy a hacer las maletas...

Esto sucedió hace tiempo. Ahora Nádeñka está casada con el secretario de una institución tutelar y tiene ya tres hijos. Pero nuestros viajes en trineo y las palabras "La amo, Nadia", que le llevaba el viento, no están olvidadas, para ella son el recuerdo más feliz más conmovedor y más bello de su vida...

Mientras que yo, ahora que tengo más edad, ya no comprendo para qué decía aquellas palabras. Para qué hacía aquella broma...


Antón Chejov

martes, 4 de enero de 2011

Soneto 130

No son soles los ojos de mi amada,

Y el coral es más rojo que su boca:

No es nieve la morena piel que toca

Su cabellera endrina y acerada,

Blanca es la rosa, rosa o encarnada

Pero a ninguna su mejilla evoca;

Y un perfume mayor placer provoca

Que el soplo de su boca perfumada.

Amo su voz, aun cuando bien se sabe

Que es más dulce la música y más suave.

Y, aunque diosas no he visto caminar,

Sé que ella camina sobre el suelo.

Pero juro, con todo, por el cielo,

Que nadie se le puede comparar.



William Shakespeare


domingo, 2 de enero de 2011

Grave problema argentino: Querido amigo, estimado, o el nombre a secas.

Usted se reirá, pero es uno de los problemas argentinos más difíciles de resolver. Dado nuestro carácter (problema central que dejamos por esta vez a los sociólogos) el encabezamiento de las cartas plantea dificultades hasta ahora insuperables. Concretamente, cuando un escritor tiene que escribirle a un colega de quien no es amigo personal, y ha de combinar la cortesía con la verdad, ahí empieza el crujir de plumas. Usted es novelista y tiene que escribirle a otro novelista; usted es poeta, e ídem; usted es cuentista. Toma una hermosa hoja de papel, y pone: "Señor Oscar Frumento, Garabato 1718, Buenos Aires." Deja un buen espacio (las cartas ventiladas son las más elegantes) y se dispone a empezar. No tiene ninguna confianza con Frumento; no es amigo de Frumento; él es novelista y usted también; en realidad usted es mejor novelista que él, pero no cabe duda que él piensa lo contrario. A un señor que es un colega pero no un amigo no se le puede decir: "Querido Frumento." No se le puede decir por la sencilla razón de que usted no lo quiere a Frumento. Ponerle Querido es casi lascivo, en todo caso es una mentira que Frumento recibirá con una sonrisa tetánica. La gran solución argentina parece ser, en esos casos, escribir: "Estimado Frumento." Es más distante, más objetivo, prueba un sentimiento cordial y un reconocimiento de valores. Pero si usted le escribe a Frumento para anunciarle que por paquete postal le envía su último libro, y en el libro ha puesto una dedicatoria en la que se habla de admiración (es de lo que más se habla en las dedicatorias) ¿cómo lo va a tratar de estimado en la carta? Estimado es un término que rezuma indiferencia, oficina, balance anual, desalojo, ruptura de relaciones, cuenta del gas, cuota del sastre. Usted piensa desesperadamente en alguna alternativa y no la encuentra; en la Argentina somos queridos o estimados y sanseacabó. Hubo una época (yo era joven y usaba rancho de paja) en que muchas cartas empezaban directamente después del lugar y la fecha; el otro día encontré una, muy amarillita la pobre, y me pareció un monstruo, una abominación. ¿Cómo le vamos a escribir a Frumento sin primero identificarlo (Frumento) y luego calificarlo (querido/estimado)? Se comprende que el sistema de mensaje directo haya caído en desuso o quede reservado únicamente para esas cartas que empiezan: "Un canalla como usted, etc.", o "Le doy tres días para abonar el alquiler.", cosas así. Más se piensa menos se ve la posibilidad de una tercera posición entre querida y estimado; de algo hay que tratarlo a Frumento, y lo primero es mucho y lo segundo es frigidaire.
Variantes como "Apreciado" o "Distinguido" quedan descartadas por tilingas y cursis. Si uno le llama "Maestro" a Frumento, es capaz de creer que le estamos tomando el pelo. Por más vueltas que le demos, se vuelve a caer en querido o estimado. Che, ¿no se podrá inventar otra cosa? Los argentinos necesitamos que nos desalmidonen un poco, que nos enseñen a escribir con naturalidad: "Pibe Frumento, gracias por tu último libro.", o con afecto "Ñato, qué novela te mandaste", o con distancia pero sinceramente: "Hermano, con las oportunidades que había en la fruticultura.", entradas en materia que concilien la veracidad con la llaneza. Pero será difícil, porque todos nosotros somos o estimados o queridos, y así nos va.



Julio Cortázar, extraído del libro "La vuelta al día en ochenta mundos"