domingo, 25 de marzo de 2012

Burocracia/ 1


En tiempos de la dictadura militar, a mediados de 1973, un preso político uruguayo, Juan José Noueched, sufrió una sanción de cinco días: cinco días sin visitas ni recreo, cinco días sin nada, por violación del reglamento. Desde el punto de vista del capitán que le aplicó la sanción, el reglamento no dejaba lugar a dudas. El reglamento establecía claramente que los presos debían caminar en fila y con ambas manos en la espalda. Noueched había sido castigado por poner una sola mano en la espalda.
Noueched era manco.

Había caído preso en dos etapas. Primero había caído su brazo. Después, él. El brazo cayó en Montevideo. Noueched venía escapando a todo correr cuando el policía que lo perseguía alcanzó a pegarle un manotón, le gritó: ¡Dése preso! y se quedó con el brazo en la mano. El resto de Noueched cayó un año y medio después, en Paysandú.

En la carcel, Noueched quiso recuperar su brazo perdido:

-Haga una solicitud- Le dijeron.

Él explicó que no tenía lápiz:

-Haga una solicitud de lápiz- Le dijeron.

Entonces tuvo lápiz, pero no tenía papel:

-Haga una solicitud de papel- le dijeron.

Cuando por fin tuvo lápiz y papel, formuló su solicitud de brazo.
Al tiempo, le contestaron. Que no, no se podía: el brazo estaba en otro expediente. A él lo había procesado la justicia militar. Al brazo, la justicia civil.



Extraído de "El libro de los abrazos". Eduardo Galeano