la sopa fría, los zapatos rotos, o que en mitad de la opulencia
se alce la rama seca de la tos, ladrándome
tu nombre deformado, las vocales de la espuma, y en los dedos
se me peguen las sábanas, y nada me dé paz.
No aprenderé por eso a quererte mejor,
pero desalojado de la felicidad
sabré cuanta me dabas con solamente a veces estar cerca.
Esto creo entenderlo, pero me engaño:
hará falta la escarcha del dintel
para que el guarecido en el portal comprenda
la luz del comedor, los manteles de leche, y el aroma
del pan que pasa su morena mano por la hendija.
Tan lejos de tí
como un ojo del otro
de esta asumida adversidad
nacerá la mirada que por fin te merezca...
como un ojo del otro
de esta asumida adversidad
nacerá la mirada que por fin te merezca...
Extraído del libro "Salvo el crepúsculo", de Julio Cortázar.
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