CONNIVENCIA el sujeto se imagina hablando del ser amado con una persona rival y esta imagen desarrolla extrañamente en él una aceptación de complicidad
1. El/la con quien puedo hablar del ser amado es el/la que lo ama en la misma medida que yo, como yo: mi simétrico, mi rival, mi oponente (la rivalidad es una cuestión de lugar). Puedo entonces comentar al otro con quien se reconoce; se produce una igualdad de saber, un goce de inclusión; en ese comentario ni se aleja ni se desmenuza al objeto; permanece inserto en el discurso dual, protegido por él. Coincido al mismo tiempo con la Imagen y con ese segundo espejo que refleja lo que soy (en el rostro rival leo mis miedos, mis celos). Palabrería agitada, suspendidos todos los celos, en torno de ese ausente en que dos miradas convergentes refuerzan su naturaleza objetiva: nos libramos a una experiencia rigurosa, lograda, puesto que hay dos observadores y ambas observaciones se hacen en las mismas condiciones: el objeto es probado: descubro que tengo razón (de estar feliz, de estar herido, de estar inquieto).
Etimología (connivencia: connivere: quiere decir al mismo tiempo: guiño, pestañeo, cierro los ojos.)
2. Se llega a esta paradoja: es el propio ser amado quien, en la relación trial, está casi de más. Esto se lee en ciertasperplejidades. Cuando el propio objeto amado se queja de mi rival, lo menosprecia, no sé cómo dar la réplica a esta queja: por una parte, es “noble” no aprovecharse de una confidencia que me sirve -para “reforzar” mi posición-; y por otra parte soy prudente: sé que como ocupo el mismo lugar que mi oponente y que, desde ese momento, abolidos todo valor y toda psicología, nada puede impedir que un día sea yo objeto de menosprecio. A veces incluso soy yo mismo quien hago al otro cierto elogio de mi rival (¿para ser “liberal”?), contra lo cual el otro, curiosamente (¿para halagarme?), protesta.
3. Los celos son una ecuación con tres términos permutables (indecibles): se está siempre celoso de dos personas a la vez: estoy celoso de quien amo y de quien lo ama. El odiosamanto (así se dice “rival” en italiano) es también amado por mí: me interesa, me intriga, me llama (véase “El eterno marido” de Dostoievski).
Extraído de “Fragmentos de un discurso amoroso”, Roland Barthes.
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