En la ciudad callada y sola mi voz despierta una
profunda resonancia.
Mientras la noche va creciendo pronuncio un
nombre y este nombre me acompaña.
La soledad es poderosa pero sucumbe ante mi voz
enamorada.
No puede haber nada tan fuerte como una voz
cuando esa voz es la del alma.
En el sonido con que suena siento el sonido de
una música lejana.
Y en la energía remota que la mueve siento el calor de
una remota llamarada.
Porque mi voz es una chispa de aquella hoguera
que eterniza lo que abrasa.
Porque mi amor es una chispa de aquella hoguera
que eterniza lo que abrasa.
Para poblar este desierto me basta y sobra con
decir una palabra.
El dulce nombre que pronuncio para poblar este
desierto es el de Laura.
Fragmento del poema de Francisco Luis Bernárdez
miércoles, 23 de noviembre de 2011
sábado, 15 de octubre de 2011
Nihilismo: "Los fines superiores se desvalorizan". Es un momento inestable, amenazado, pues otros valores superiores tienden inmediatamente antes de que los primeros sean destruidos a tomar el primer puesto; la dialéctica no hace más que ligar posibilidades sucesivas: de ahí provine la confusión en el seno mismo del anarquismo. ¿Cómo instalar la carencia de todo valor superior? ¿La ironía? La ironía proviene siempre de un lugar seguro. ¿La violencia? Es un valor superior y de los mejor codificados ¿El goce? Sí, en tanto no sea dicho, convertido en doctrina. El nihilismo más consecuente es tal vez aquel que se enmascara: de una manera interior a las instituciones, a los discursos conformistas, a las finalidades aparentes.
Extraído del libro "El placer del texto y lección inaugural", de Roland Barthes.
Extraído del libro "El placer del texto y lección inaugural", de Roland Barthes.
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lunes, 3 de octubre de 2011
Una carta de amor
Todo lo que de vos quisiera
es tan poco en el fondo
porque en el fondo es todo
como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía,
todo eso es tan poco
yo lo quiero de vos porque te quiero.
Que mires más allá de mí,
que me ames con violenta prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,
y que el placer que juntos inventamos
sea otro signo de la libertad.
es tan poco en el fondo
porque en el fondo es todo
como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía,
todo eso es tan poco
yo lo quiero de vos porque te quiero.
Que mires más allá de mí,
que me ames con violenta prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,
y que el placer que juntos inventamos
sea otro signo de la libertad.
Julio Cortázar.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
Historia de fantasmas
Los dos fantasmas, uno azul y otro blanco, se encontraron frente a la caverna consabida. Se saludaron en silencio y avanzaron un buen trecho, sin pisarse las sábanas, cada uno sumido en sus cavilaciones. Era una noche neblinosa, so se distinguían árboles ni muros, pero allá arriba, muy arriba, allá estaba la Luna.
-Es curioso- dijo de pronto el fantasma blanco-, es curioso cómo el cuerpo ya no se acuerda de uno. Por suerte, porque cuando se acordaba era para que sufriéramos.
-¿Sufriste mucho?- preguntó el fantasma azul.
-Bastante. Hasta que lo perdí de vista, mi cuerpo tenía quemaduras de cigarrillos en la espalda, le faltaban tres dientes que le habían sido arrancados sin anestesia, no se había olvidado de cuando le metían la cabeza en una pileta de orines y mierda, y sobre todo se miraba de vez en cuando sus testículos achicharrados.
-Oh- fue la única sílaba que pronunció o pensó o suspiró el fantasma azul.
-¿Y vos?- preguntó a su vez el otro-. ¿También tu cuerpo te transmitía sufrimientos?
-No tanto mi cuerpo, sino de los otros.
-¿De otros, acaso eras médico?
-No precisamente. Yo era el verdugo.
El fantasma blanco recordó que allá arriba, muy arriba, allá estaba la Luna. La miró sólo porque tenía la necesidad de encandilarse. Pero la Luna no es Sol.
Con una punta de su sábana impoluta se limpió una brizna de odio. Luego se alejó, flotando, blanquísimo en la niebla protectora, en busca de algún dios o de la nada.
Texto de Mario Benedetti, extraído del libro "La vida ese paréntesis".
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