viernes, 18 de diciembre de 2015
L
Cada uno está sólo sobre
El corazón de la Tierra
Traspasado por un rayo
de sol:
Y de pronto anochece.
Salvatore Quasimodo
lunes, 23 de noviembre de 2015
lunes, 12 de octubre de 2015
XLIX
"19 de julio (1955)
Tremendos anhelos. Sólo se me ocurre decir ¡te amo!, ¡te deseo!
Ni una imagen poética acierta a pasar por mi mente. Sonrío. ¿Hay más poesía en algún lado que en el rostro del ser amado?
Cierro los ojos y recuerdo el momento de mis labios sobre los suyos. Extraño. Me es difícil recordarlo. En ese instante estaba inconsciente. Ahora pienso que tendría que haber sido distinto. Que fue un beso torpe y excesivamente fugaz. Que al iniciarlo yo, tendría que haberlo dado con las fuerzas que se lo pedí. ¡Bah! ¡Valiente razonamiento! Sí. Ahora que la terrible emoción pasó. (Clavo mis uñas en la palma de mi mano.) Antes, cuando no había sentido aún sus labios, me consolaba pensando en su frialdad. Pero ahora… ¡ahora! Jamás sentí labios más exquisitos, más suaves, más maravillosos que los de… Me desespero pensando y pensando en ese beso de despedida. Es como haber pegado para siempre su rostro en mí. Estoy atada a sus labios.
Escribo para no angustiarme tanto. Sólo me consuela el momento de verlo de nuevo."
Fragmento del diario de Alejandra Pizarnik, entrada del cuaderno del 19 al 31 de julio de 1955
jueves, 24 de septiembre de 2015
Florence
Florence Nightingale, la enfermera más famosa del mundo, dedicó a la India la mayor parte de sus noventa años de vida, aunque nunca pudo viajar a ese país que amó.
Florence era una enfermera enferma. Había contraído una enfermedad incurable en la guerra de Crimea. Pero desde su dormitorio de Londres escribió una infinidad de artículos y cartas que quisieron revelar la realidad hindú ante la opinión pública británica.
Florence era una enfermera enferma. Había contraído una enfermedad incurable en la guerra de Crimea. Pero desde su dormitorio de Londres escribió una infinidad de artículos y cartas que quisieron revelar la realidad hindú ante la opinión pública británica.
- Sobre la indiferencia imperial ante las hambrunas: Cinco veces más muertos que en la guerra franco-prusiana. Nadie se entera. no decimos nada de la hambruna de Orissa, cuando un tercio de su población fue deliberadamente autorizada a blanquear los campos con sus huesos.
- Sobre la propiedad rural: El tambor paga por ser golpeado. El campesino pobre paga por todo lo que hace, y por todo lo que el terrateniente no hace y hace que el campesino pobre haga en su lugar.
- Sobre la justicia inglesa en la India: Nos dice que el campesino pobre tiene la justicia inglesa para defenderse. No es así. Ningún hombre tiene lo que no puede usar.
- Sobre la paciencia de los pobres: Las revueltas agrarias pueden convertirse en algo normal en toda la India. No tenemos ninguna seguridad de que todos esos millones de hindúes silenciosos y pacientes seguirán por siempre viviendo en el silencio y la paciencia. Los mudos hablarán y los sordos escucharán.
Fragmento extraído del libro "Mujeres", de Eduardo Galeano
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sábado, 12 de septiembre de 2015
Si tu me olvidas
QUIERO que sepas
una cosa.
una cosa.
Tú sabes cómo es esto:
si miro
la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.
si miro
la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.
Ahora bien,
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.
Si de pronto
me olvidas
no me busques,
que ya te habré olvidado.
me olvidas
no me busques,
que ya te habré olvidado.
Si consideras largo y loco
el viento de banderas
que pasa por mi vida
y te decides
a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa
que en ese día,
a esa hora
levantaré los brazos
y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra.
el viento de banderas
que pasa por mi vida
y te decides
a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa
que en ese día,
a esa hora
levantaré los brazos
y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra.
Pero
si cada día,
cada hora
sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.
Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mía,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos.
si cada día,
cada hora
sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.
Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mía,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos.
Pablo Neruda.
miércoles, 17 de junio de 2015
XLVIII
"Francois Truffaut: ¿el señor Van Meer, el hombre que conoce la famosa cláusula secreta?
Alfred Hitchcock: la famosa cláusula secreta, era nuestro 'Mac Guffin'. ¡Tenemos que hablar del 'Mac Guffin'!
F.T.: El 'Mac Guffin' es el pretexto, ¿no?
A.H.: Es un rodeo, un truco, una complicidad, lo que se llama un 'gimmick'.
Bueno, ésta es la historia completa del Mac Guffin. Ya sabe que Kipling escribía a menudo sobre los indios y los británicos que luchaban contra los indígenas en la frontera de Afganistán. En todas las historias de espionaje escritas en éste clima, se trataba de manera invariable del robo de los planes de la fortaleza. Eso era el 'Mac Guffin'. 'Mac Guffin' es, por tanto, el nombre que se da a esta clase de acciones: robar... los papeles -robar... los documentos-, robar... un secreto. En realidad, esto no tiene importancia y los lógicos se equivocan al buscar la verdad del 'Mac Guffin'. En mi caso siempre he creído que los 'papeles', o los 'documentos', o los 'secretos' de construcción de la fortaleza deben ser de una gran importancia para los personajes de la película, pero nada importantes para mí, el narrador.
Y ahora, conviene preguntarse de dónde viene el 'Mac Guffin'. Evoca un nombre escocés y es posible imaginarse una conversación entre dos hombres que viajan en un tren. Uno le dice al otro: -¿Qué es ese paquete que ha colocado en la red?- Y el otro contesta: -Oh, es un 'Mac Guffin'-. Entonces el primero vuelve a preguntar: -¿Qué es un 'Mac Guffin'?-. Y el otro: -Pues es un aparato para atrapar a los leones en las montañas Adirondaks-. El primero exclama entonces: -¡Pero si no hay leones en las Adirondaks!- A lo que contesta el segundo: -En ese caso no es un 'Mac Guffin'-."
Fragmento del libro "El cine según Hitchcock", de Francois Truffaut.
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Truffaut
martes, 16 de junio de 2015
XLVII
"...Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada(...)"
Fragmento del poema "Elegía", de Miguel Hernández
jueves, 30 de abril de 2015
XLVI
“If a person has ugly thoughts, it begins to show on the face. And when that person has ugly thoughts every day, every week, every year, the face gets uglier and uglier until you can hardly bear to look at it.
A person who has good thoughts cannot ever be ugly. You can have a wonky nose and a crooked mouth and a double chin and stick-out teeth, but if you have good thoughts it will shine out of your face like sunbeams and you will always look lovely.”
Fragmento extraído del libro "The twits", de Roald Dahl.
miércoles, 25 de marzo de 2015
Los jugadores de dados
Cuando se hizo de día, nadie se acordó de apagar la luz. Ni siquiera advirtieron que era de día. La lamparilla siguió encendida, amarillenta de insomnio. En el cuarto no había un mueble, un cuadro, una tela de araña, una salivadera, nada. Su grisura desnuda oprimía como una muerte lenta. Por una lucerna abierta en lo alto, el cielo arriesgaba, apenas, un goterón de azul reciente.
Los cuatro jugadores estaban sentados en el piso, apoyados contra cada una de las paredes. ¿Por qué tan lejos unos de otros?, es difícil de explicar, pero se me ocurre una teoría: todos estaban armados de filosos cuchillos, cada uno sabía que los demás estaban armados, de producirse una disputa, estando pegados los unos a los otros, ganaba el más traicionero. Cada uno sabía que los otros eran más traicioneros que él. La distancia igualaba las probabilidades.
Arrojaban los dados con cierta violencia automática que los rostros inmóviles no acogían. Cantaban los puntos, decían "gano" o "pierdo". Al perder -o al fingir que lo hacían, pues tanto el ganar como el perder eran fingimiento-, hacían rodar los dados y el dinero por el suelo. Los demás no alcanzaban a ver, por la distancia, los puntos que echaba el jugador. De vez en cuando alguien decía:
- Es mentira -bostezaba, hundía la mano en el bolsillo y pagaba a pesar de todo. Rebelarse era una estupidez.
En una oportunidad, sin embargo, alguien confesó espontáneamente: "pierdo".
Esta sinceridad conmovió a todos, pero no lo imitaron. Él tampoco volvió a imitarse.
En un momento determinado, alguien pensó marcharse. Hizo el recuento de su dinero, advirtió que iba en ganancia. Vio recién entonces la puerta, inexorablemente cerrada, los torvos ademanes reclamando los puñales, la prefiguración del castigo en las caras de súbito animadas. Dar el desquite era ley. Lo embargó una sombría desesperación y siguió jugando.
Rato después -años después, quizás-, otro de los jugadores también pensó en irse. Pero había perdido, debía desquitarse. La rebelión vino de adentro, esta vez. Una desesperación más negra que la de su compañero se apoderó de él, y siguió jugando.
Tal vez alguno llegó a preguntarse, con el tiempo, para qué jugaban, puesto que de un modo u otro estábales prohibido escapar, ya que si ganaban, no podrían irse nunca, y si perdían, tampoco podrían irse nunca. Cuánto había durado aquello, si era así desde siempre y si siempre seguiría siendo así, y, en último término, si valdría la pena escapar, ya que los más probable era que en cualquier otro sitio del mundo. o fuera de él, todos estuvieran haciendo, hubieran hecho y tornaran a hacer lo que ellos hacían.
Y prosiguiendo sus meditaciones, no es improbable que al pasear la vista por las cuatro paredes del cuarto, haya llegado a la conclusión de que así debía ser un dado por dentro, de que aquel cuarto era un dado y alguien estaba jugando también con ellos.
Rodolfo Walsh.
Los cuatro jugadores estaban sentados en el piso, apoyados contra cada una de las paredes. ¿Por qué tan lejos unos de otros?, es difícil de explicar, pero se me ocurre una teoría: todos estaban armados de filosos cuchillos, cada uno sabía que los demás estaban armados, de producirse una disputa, estando pegados los unos a los otros, ganaba el más traicionero. Cada uno sabía que los otros eran más traicioneros que él. La distancia igualaba las probabilidades.
Arrojaban los dados con cierta violencia automática que los rostros inmóviles no acogían. Cantaban los puntos, decían "gano" o "pierdo". Al perder -o al fingir que lo hacían, pues tanto el ganar como el perder eran fingimiento-, hacían rodar los dados y el dinero por el suelo. Los demás no alcanzaban a ver, por la distancia, los puntos que echaba el jugador. De vez en cuando alguien decía:
- Es mentira -bostezaba, hundía la mano en el bolsillo y pagaba a pesar de todo. Rebelarse era una estupidez.
En una oportunidad, sin embargo, alguien confesó espontáneamente: "pierdo".
Esta sinceridad conmovió a todos, pero no lo imitaron. Él tampoco volvió a imitarse.
En un momento determinado, alguien pensó marcharse. Hizo el recuento de su dinero, advirtió que iba en ganancia. Vio recién entonces la puerta, inexorablemente cerrada, los torvos ademanes reclamando los puñales, la prefiguración del castigo en las caras de súbito animadas. Dar el desquite era ley. Lo embargó una sombría desesperación y siguió jugando.
Rato después -años después, quizás-, otro de los jugadores también pensó en irse. Pero había perdido, debía desquitarse. La rebelión vino de adentro, esta vez. Una desesperación más negra que la de su compañero se apoderó de él, y siguió jugando.
Tal vez alguno llegó a preguntarse, con el tiempo, para qué jugaban, puesto que de un modo u otro estábales prohibido escapar, ya que si ganaban, no podrían irse nunca, y si perdían, tampoco podrían irse nunca. Cuánto había durado aquello, si era así desde siempre y si siempre seguiría siendo así, y, en último término, si valdría la pena escapar, ya que los más probable era que en cualquier otro sitio del mundo. o fuera de él, todos estuvieran haciendo, hubieran hecho y tornaran a hacer lo que ellos hacían.
Y prosiguiendo sus meditaciones, no es improbable que al pasear la vista por las cuatro paredes del cuarto, haya llegado a la conclusión de que así debía ser un dado por dentro, de que aquel cuarto era un dado y alguien estaba jugando también con ellos.
Rodolfo Walsh.
martes, 10 de marzo de 2015
Entonces concha
Si todavía un detergente lo usa sólo una mujer
Si la cerveza está a la venta sólo para levantar minas.
Si aún escuchas la frase: “a mi novio no le gusta”.
Si encendés la tele y ves un matrimonio
Que usa los beneficios de un banco
Y él resopla su descontento
Mientras ella rompe las bolas
Y se resignan a que “eso” es amor.
Si eso te da risa.
Si el mensaje es “cuidá” a tu familia dándole aspirinas.
Si es más importante lo blanca que quedó la camiseta de tu esposo.
Entonces concha.
Si las mujeres siguen haciendo el coro.
Si el “igualismo” se trata de destrozar la tarjeta del marido
Y revisar sus mensajes.
Si la confianza y los celos comienzan a ser sinónimos.
Si la igualdad se proclama ejerciendo eso mismo que condena.
Y ella debe rendir una materia más por ser mujer.
Si el genérico es “él” diferenciando un “ella”.
Si aún es puta la que coge mucho.
Entonces concha.
Si las tetas te pesan la autoestima
Y fingís orgasmos anticonflictos.
Si la que te dice no: es histérica.
Y la que te dice si: es fácil.
Si aclaras “va a haber minitas”.
Y el alfajor dice “amigos o novia, los grises no existen”
Y todos los medios le hablan a los hombres
Menos cuando de limpieza y pañales se trata.
Si usar un tampón te extirpa la mitad del cerebro.
Entonces concha.
Si creés que la amistad entre mujeres no existe
Que ellas se odian secretamente
Porque compiten por un tipo
Y si la amistad entre el hombre y la mujer es imposible
Porque en el fondo
En el fondo ¿qué?
Si “no es femenina” o si “es un macho”
O si “llora como una nena”.
Y la Barbie sigue con tetas de silicona yankee.
Y la prostitución se apaña como la profesión más vieja del mundo
Entonces concha
Si las mujeres logran posiciones de poder
Pero en el fondo se sabe, son más hijas de puta
Hijas de puta
Hijas de puta
Hijas de puta
Si el hijo es la cadena con la que atar al que no te quiere
Mientras la violación es un secreto que avergüenza a la víctima,
Porque:
“Por algo será”
Si tu cuerpo es el cuerpo de la Iglesia
Y temes dejar todo
Y viajar sola hacia tu propio camino
Si sufrís esperando un príncipe.
Si insistís creyendo en la princesa.
Entonces concha
Si las lesbianas te calientan porque pensás
que en el fondo quieren un macho.
Si te da miedo agarrar un destornillador.
Y ser buen padre es “ayudar” con ése bebé.
Si ganaste un máster en resignación
ante los “piropos” callejeros
Y te sentís elogiada porque te dicen
que aún “estás buena” y “además”
Sos inteligente
Entonces concha.
Mientras avanza todo y todo avanza
Y todo progresa en la superficie
Abajo se baila lo mismo
La fiesta de las tradiciones petrificadas
Y el parto es un milagro que muchos prefieren burlar.
Y tener un hijo “complica todo”.
Concha.
Entonces concha
Hasta que la libertad
Nos haga subir escalones
Entonces concha
Hasta que tu risa se confunda
Con mi risa
Entonces concha
Hasta que el enojo se vuelva
Paz.
Luz García.
Si la cerveza está a la venta sólo para levantar minas.
Si aún escuchas la frase: “a mi novio no le gusta”.
Si encendés la tele y ves un matrimonio
Que usa los beneficios de un banco
Y él resopla su descontento
Mientras ella rompe las bolas
Y se resignan a que “eso” es amor.
Si eso te da risa.
Si el mensaje es “cuidá” a tu familia dándole aspirinas.
Si es más importante lo blanca que quedó la camiseta de tu esposo.
Entonces concha.
Si las mujeres siguen haciendo el coro.
Si el “igualismo” se trata de destrozar la tarjeta del marido
Y revisar sus mensajes.
Si la confianza y los celos comienzan a ser sinónimos.
Si la igualdad se proclama ejerciendo eso mismo que condena.
Y ella debe rendir una materia más por ser mujer.
Si el genérico es “él” diferenciando un “ella”.
Si aún es puta la que coge mucho.
Entonces concha.
Si las tetas te pesan la autoestima
Y fingís orgasmos anticonflictos.
Si la que te dice no: es histérica.
Y la que te dice si: es fácil.
Si aclaras “va a haber minitas”.
Y el alfajor dice “amigos o novia, los grises no existen”
Y todos los medios le hablan a los hombres
Menos cuando de limpieza y pañales se trata.
Si usar un tampón te extirpa la mitad del cerebro.
Entonces concha.
Si creés que la amistad entre mujeres no existe
Que ellas se odian secretamente
Porque compiten por un tipo
Y si la amistad entre el hombre y la mujer es imposible
Porque en el fondo
En el fondo ¿qué?
Si “no es femenina” o si “es un macho”
O si “llora como una nena”.
Y la Barbie sigue con tetas de silicona yankee.
Y la prostitución se apaña como la profesión más vieja del mundo
Entonces concha
Si las mujeres logran posiciones de poder
Pero en el fondo se sabe, son más hijas de puta
Hijas de puta
Hijas de puta
Hijas de puta
Si el hijo es la cadena con la que atar al que no te quiere
Mientras la violación es un secreto que avergüenza a la víctima,
Porque:
“Por algo será”
Si tu cuerpo es el cuerpo de la Iglesia
Y temes dejar todo
Y viajar sola hacia tu propio camino
Si sufrís esperando un príncipe.
Si insistís creyendo en la princesa.
Entonces concha
Si las lesbianas te calientan porque pensás
que en el fondo quieren un macho.
Si te da miedo agarrar un destornillador.
Y ser buen padre es “ayudar” con ése bebé.
Si ganaste un máster en resignación
ante los “piropos” callejeros
Y te sentís elogiada porque te dicen
que aún “estás buena” y “además”
Sos inteligente
Entonces concha.
Mientras avanza todo y todo avanza
Y todo progresa en la superficie
Abajo se baila lo mismo
La fiesta de las tradiciones petrificadas
Y el parto es un milagro que muchos prefieren burlar.
Y tener un hijo “complica todo”.
Concha.
Entonces concha
Hasta que la libertad
Nos haga subir escalones
Entonces concha
Hasta que tu risa se confunda
Con mi risa
Entonces concha
Hasta que el enojo se vuelva
Paz.
Luz García.
martes, 27 de enero de 2015
Un rostro
Un rostro frente a tus ojos que lo miran y por favor: que no haya mirar sin ver. Cuando miras su rostro -por pasión, por necesidad como la de respirar- sucede, y de esto te enteras mucho después, que ni siquiera lo miras. Pero si lo miraste, si lo bebiste como sólo puede y sabe una sedienta como tú. Ahora estás en la calle; te alejas invadida por un rostro que miraste sin cesar, pero de súbito, flotante y descreída, te detienes, pues vienes de preguntarte si has visto su rostro. El combate con la desaparición es arduo. Buscas con urgencia en todas tus memorias, porque gracias a una simétrica repetición de experiencias sabes que si no lo recuerdas pocos instantes después de haberlo mirado este olvido significará los más desoladores días de búsqueda.
Hasta que vuelvas a verlo frente al tuyo, y con renovada, esperanza lo mires de nuevo, decidida, esta vez, a mirarlo en serio, de verdad, lo cual, y esto también lo sabes, te resulta imposible, pues es la condición del amor que le tienes.
Hasta que vuelvas a verlo frente al tuyo, y con renovada, esperanza lo mires de nuevo, decidida, esta vez, a mirarlo en serio, de verdad, lo cual, y esto también lo sabes, te resulta imposible, pues es la condición del amor que le tienes.
París, mayo de 1962.
Alejandra Pizarnik.
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