EL LOCO. ¿No habéis oído hablar de ese loco que encendió un farol en pleno día y corrió al mercado gritando sin cesar: “¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios!”. Como precisamente estaban allí reunidos muchos que no creían en dios, sus gritos provocaron enormes risotadas. ¿Es que se te ha perdido?, decía uno. ¿Se ha perdido como un niño pequeño?, decía otro. ¿O se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se habrá embarcado? ¿Habrá emigrado? - así gritaban y reían alborozadamente. El loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada. “¿Qué a dónde se ha ido Dios? -exclamó-, os lo voy a decir. Lo hemos matado: ¡vosotros y yo! Todos somos su asesino. Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hicimos cuando desencadenamos la tierra de su sol? ¿Hacia dónde caminará ahora? ¿Hacia dónde iremos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No nos caemos continuamente? ¿Hacia delante, hacia atrás, hacia los lados, hacia todas partes? ¿Acaso hay todavía un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita? ¿No nos roza el soplo del espacio vació? ¿No hace más frío? ¿No viene de contiuno la noche y cada vez más noche? ¿No tenemos que encender faroles a mediodía? ¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros que entierran a Dios?
jueves, 29 de diciembre de 2011
XXVI
EL LOCO. ¿No habéis oído hablar de ese loco que encendió un farol en pleno día y corrió al mercado gritando sin cesar: “¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios!”. Como precisamente estaban allí reunidos muchos que no creían en dios, sus gritos provocaron enormes risotadas. ¿Es que se te ha perdido?, decía uno. ¿Se ha perdido como un niño pequeño?, decía otro. ¿O se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se habrá embarcado? ¿Habrá emigrado? - así gritaban y reían alborozadamente. El loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada. “¿Qué a dónde se ha ido Dios? -exclamó-, os lo voy a decir. Lo hemos matado: ¡vosotros y yo! Todos somos su asesino. Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hicimos cuando desencadenamos la tierra de su sol? ¿Hacia dónde caminará ahora? ¿Hacia dónde iremos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No nos caemos continuamente? ¿Hacia delante, hacia atrás, hacia los lados, hacia todas partes? ¿Acaso hay todavía un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita? ¿No nos roza el soplo del espacio vació? ¿No hace más frío? ¿No viene de contiuno la noche y cada vez más noche? ¿No tenemos que encender faroles a mediodía? ¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros que entierran a Dios?
viernes, 23 de diciembre de 2011
XXV
Yet each man kills the thing he loves
By each let this be heard,
Some do it with a bitter look,
Some with a flattering word,
The coward does it with a kiss,
The brave man with a sword!
Some kill their love when they are young,
And some when they are old;
Some strangle with the hands of Lust,
Some with the hands of Gold:
The kindest use a knife, because
The dead so soon grow cold.
Some love too little, some too long,
Some sell, and others buy;
Some do the deed with many tears,
And some without a sigh:
For each man kills the thing he loves,
Yet each man does not die.
He does not die a death of shame
On a day of dark disgrace,
Nor have a noose about his neck,
Nor a cloth upon his face,
Nor drop feet foremost through the floor
Into an empty place.
miércoles, 21 de diciembre de 2011
The happiest day, the happiest hour.
The happiest day - the happiest hour
My sear'd and blighted heart hath known,
The highest hope of pride and power,
I feel hath flown.
Of power! said I? yes! such I ween;
But they have vanish'd long, alas!
The visions of my youth have been -
But let them pass.
And, pride, what have I now with thee?
Another brow may even inherit
The venom thou hast pour'd on me
Be still, my spirit!
The happiest day - the happiest hour
Mine eyes shall see - have ever seen,
The brightest glance of pride and power,
I feel - have been:
But were that hope of pride and power
Now offer'd with the pain
Even then I felt - that brightest hour
I would not live again:
For on its wing was dark alloy,
And, as it flutter'd - fell
An essence - powerful to destroy
A soul that knew it well.
Edgar Allan Poe.
sábado, 26 de noviembre de 2011
XXIV
Enfermera Dios te puso en éste mundo
para aliviar el dolor del que sufre.
No demuestras fatiga ni cansancio
cuando estás abocada a tu noble misión.
Fuiste creada para ser bálsamo
que cura heridas.
En las noches caminas como un ángel
vestida de blanco cuidando el sueño de tus pacientes.
Ríes y sonríes aunque tu corazón llore por dentro.
Muchas veces sientes que tu tarea fue inútil
por el fracaso de un tratamiento.
Estás presente en el inicio y el fin de la vida.
Rosa, Blanca, Sandra, María, Lidia, Silvia o como te llames.
A ti abnegada enfermera están dirigidas éstas frases
tú mereces mucho más de lo que la vida te entrega,
no olvides que Dios te tiene preparado un lugar lleno de paz,
en compensación de tu noble labor
miércoles, 23 de noviembre de 2011
La ciudad sin Laura
profunda resonancia.
Mientras la noche va creciendo pronuncio un
nombre y este nombre me acompaña.
La soledad es poderosa pero sucumbe ante mi voz
enamorada.
No puede haber nada tan fuerte como una voz
cuando esa voz es la del alma.
En el sonido con que suena siento el sonido de
una música lejana.
Y en la energía remota que la mueve siento el calor de
una remota llamarada.
Porque mi voz es una chispa de aquella hoguera
que eterniza lo que abrasa.
Porque mi amor es una chispa de aquella hoguera
que eterniza lo que abrasa.
Para poblar este desierto me basta y sobra con
decir una palabra.
El dulce nombre que pronuncio para poblar este
desierto es el de Laura.
Fragmento del poema de Francisco Luis Bernárdez
sábado, 15 de octubre de 2011
Extraído del libro "El placer del texto y lección inaugural", de Roland Barthes.
lunes, 3 de octubre de 2011
Una carta de amor
es tan poco en el fondo
porque en el fondo es todo
como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía,
todo eso es tan poco
yo lo quiero de vos porque te quiero.
Que mires más allá de mí,
que me ames con violenta prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,
y que el placer que juntos inventamos
sea otro signo de la libertad.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
Historia de fantasmas
martes, 30 de agosto de 2011
El miedo manda
domingo, 21 de agosto de 2011
viernes, 29 de julio de 2011
jueves, 14 de julio de 2011
A una razón
martes, 21 de junio de 2011
Un sueño
miércoles, 15 de junio de 2011
Duerme tranquilo
martes, 24 de mayo de 2011
Los nadies
martes, 17 de mayo de 2011
Dios
lunes, 2 de mayo de 2011
Táctica y estrategia
mirarte
aprender como sos
quererte como sos
mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible
mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con que pretexto
pero quedarme en vos
mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos
mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
ni sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.
Mario Benedetti
viernes, 22 de abril de 2011
El Beso invisible
domingo, 3 de abril de 2011
XXII
sábado, 26 de marzo de 2011
Opiniones
a unas cuantas personas no les parecía bien,
un hombre deseaba locamente volar,
a unas cuantas personas les parecía mal,
un hombre deseaba ardientemente la Revolución
y contra la opinión de la gendarmería
trepó sobre muros secos de lo debido,
abrió el pecho y sacándose
los alrededores de su corazón,
agitaba violentamente a una mujer,
volaba locamente por el techo del mundo
y los pueblos ardían, las banderas.
martes, 22 de marzo de 2011
Única sabiduría
es lo que nos sorprende:
que todo pasa, como
si no hubiera pasado.
martes, 8 de marzo de 2011
Auguries of Innocence
martes, 1 de marzo de 2011
Historia del que padecía los dos males
miércoles, 23 de febrero de 2011
Escrúrpulo
Me parece que vivo
que estoy entre los ruidos
que miro las paredes,
que estas manos son mías,
pero quizás me engañe
y paredes y manos
sólo sean recuerdos
de una vida pasada.
He dicho "me parece"
yo no aseguro nada.
Oliverio Girondo.
sábado, 19 de febrero de 2011
jueves, 17 de febrero de 2011
XXI
miércoles, 16 de febrero de 2011
Alegoría
martes, 15 de febrero de 2011
XX
Que en cierto momento alguien entre al cuarto y sepas quedarte sin preguntar pero además compruebes, con alivio inexplicable, que tampoco te pregunten; que en horas y en días sucesivos personas formales e impenetrables se ocupen de alimentarte, vestirte, mostrarte una ciudad que te resulte vagamente familiar, como conocida en un sueño; que todo transcurra de un modo natural, que nadie te ordené nada pero que sepas, simplemente, qué ha de suceder cada día.
Que una noche te despierte el rumor del roce de las sábanas a tu lado y sientas deslizarse un cuerpo desnudo y cálido; que la mujer o el cuerpo que la represente sea joven y saludable, distante pese a la evidencia de su entrega; que su piel tenga el sabor y los detalles de lo conocido; que no sepa su nombre; que cuando respires junto a su boca sientas el aire usado, la devolución de un aliento vivido.[...]"
Fragmento extraído del cuento de Juan Sasturain, "Subjuntivo".
Subjuntivo: modo verbal que expresa la acción del verbo con significación de duda, posibilidad o deseo.
miércoles, 19 de enero de 2011
XIX
viernes, 14 de enero de 2011
Los justos
como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur
juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita
un color y una forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página,
que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen
los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar
un mal que le han hecho.
El que agradece
que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan la razón.
Esas personas, que se ignoran,
están salvando el mundo.
Jorge Luis Borges
martes, 11 de enero de 2011
Ahora
viernes, 7 de enero de 2011
Una broma sin importancia
Un claro mediodía de invierno... El frío es intenso, el hielo cruje, y a Nádeñka, que me tiene agarrado del brazo, la plateada escarcha le cubre los bucles en las sienes y el vello encima del labio superior. Estamos sobre una alta colina. Desde nuestros pies hasta el llano se extiende una pendiente, en la cual el sol se mira como en un espejo. A nuestro lado está un pequeño trineo, revestido con un llamativo paño rojo.
—Deslicémonos hasta abajo, Nadezhda Petrovna —le suplico—. ¡Siquiera una sola vez! Le aseguro que llegaremos sanos y salvos.
Pero Nádeñka tiene miedo. El espacio desde sus pequeñas galochas hasta el pie de la helada colina le parece un inmenso abismo, profundo y aterrador. Ya sólo al proponerle yo que se siente en el trineo o por mirar hacia abajo se le corta el aliento y está a punto de desmayarse; ¡qué no sucederá entonces cuando ella se arriesgue a lanzarse al abismo! Se morirá, perderá la razón.
—¡Le ruego! —le digo—. ¡No hay que tener miedo! ¡Comprenda, de una vez, que es una falta de valor, una simple cobardía!
Nádeñka cede al fin, y advierto por su cara que lo hace arriesgando su vida. La acomodo en el trineo, pálida y temblorosa; la rodeo con un brazo y nos precipitamos al abismo. El trineo vuela como una bala. El aire hendido nos golpea en la cara, brama, silba en los oídos, nos sacude y pellizca furibundo, quiere arrancar nuestras cabezas. La presión del viento torna difícil la respiración. Parece que el mismo diablo nos estrecha entre sus garras y, afilando, nos arrastra al infierno. Los objetos que nos rodean se funden en una solo franja large que corre vertiginosamente... Un instante más y llegará nuestro fin.
—¡La amo, Nadia!—digo a media voz.
El trineo comienza a correr más despacio, el bramido del viento y el chirriar de los patines ya no son tan terribles, la respiración no se corta más y, por fin, estamos abajo. Nádeñka llegó más muerta que viva. Está pálida y apenas respira... La ayudo a levantarse.
—iPor nada del mundo haría otro viaje! —dice mirándome con ojos muy abiertos y llenos de horror—. ¡Por nada del mundo! ¡Casi me muero!
Al cabo de un rato vuelve en sí y me dirige miradas inquisitivas ¿fui yo quien dijo aquellas tres palabras o simplemente le pareció oírlas en el silbido del remolino? Yo fumo a su lado y examino mi guante con atención.
Me toma del brazo y comenzamos un largo paseo cerca de la colina. El misterio por lo visto no la deja en paz. ¿Fueron dichas aquellas palabras o no? ¿Sí o no? Es una cuestión de amor propio, de honor, de vida, de dicha; una cuestión muy importante, la más importante en el mundo. Nadeñka vuelve a dirigirme su mirada impaciente, triste, penetrante, y contesta fuera de propósito, esperando que yo diga algo. ¡Oh, qué juego de matices hay en este rostro simpático! Veo que está luchando consigo misma, que tiene necesidad de decir algo, de preguntar, pero no encuentra las palabras, se siente cohibida, atemorizada, confundida par la alegria...
—¿Sabes una cosa? -—dice sin mirarme.
—¿Qué?—!e pregunto.
—Hagamos... otro viajecito.
Subimos por la escalera. Vuelvo a acomodar a la temblorosa y pálida Nádeñka en el trineo
y de nuevo nos lanzamos en el terrible abismo; de nuevo brama el viento y zumban los patines; y de nuevo, al alcanzar el trineo su impulso más fuerte y ruidoso, digo a media voz:
—¡La amo, Nadia!
Cuando el trineo se detiene, Nádeñka contempla la colina por la que acabamos de descender; luego clava su mirada en mi cara, escucha mi voz, indiferente y desapasionada, y toda su pequeña figura, junto con su manguito y su capucha, expresa un extremo desconcierto. Y su cara refleja una serie de preguntas: “¿Cómo es eso? ¿Quién ha pronunciado aquellas palabras? ¿Ha sido él o me ha parecido oírlas y nada más?"
La incertidumbre la tornaba inquieta, la pone nerviosa. La pobre muchacha no contesta mis preguntas, frunce el ceño, está a punto de llorar.
¿Será hora de irnos a casa? —le pregunto.
—A mi... a mi me gustan estos viajes en trineo —dice, ruborizándose—. ¿Haremos uno más?
Le "gustan" estos viajes, pero al sentarse en el trineo, palidece igual que antes, tiembla y contiene el aliento.
Descendemos par tercera vez, y noto cómo está observando mi cara y mis labios. Pero yo me cubro la boca con un pañuelo, y toso y al llegar a la mitad de la colina alcanzo a musitar:
—¡La amo, Nadia!
Y el misterio sigue siendo misterio. Nádeñka guarda silencio, piensa en algo... Nos retiramos
de la pista y ella trata de aminorar la marcha, esperando siempre que yo diga aquellas palabras. Veo cómo sufre su corazón y cómo ella se esfuerza para no decir en voz alta: "¡No puede ser que las haya dicho el viento! ¡Y no quiero que haya sido el viento!"
A la mañana siguiente recibo una esquela: "Si usted va hay a la pista de patinaje, venga a buscarme. N." Y a partir de ese dia voy con Nádeñka'a la pista todos los dias y, al precipitarnos hacia abajo en el trineo, coda vez pronuncio a media voz siempre las mismos palabras:
—¡La amo, Nadia!
En poco tiempo, Nádeñka se habitúa a esta frase, como uno se habítúa al vino o a la morfina. Ya no puede vivir sin ella. Es verdad que siempre le da miedo deslizarse par la colina helada,
pero ahora el miedo y el peligro otorgan un encanto especial a las palabras de amor, palabras que constituyen un misterio y oprimen ducemente el corazón. Los sospechosos son siempre dos: el viento y yo... Ella no sabe quién de los dos le declara su amor, pero ello, por lo visto, ya la tiene sin cuidado; poco importa el recipiente del cual uno bebe, lo esencial es sentirse embriagado.
Una vez, al mediodia, fui solo a la pista: mezclado con la multitud, vi a Nádeñka acercarse a la
colina y buscarme con los ojos... Timidamente sube a la escalera... Le da mucho miedo viajar sola, ¡oh, qué miedo! Está blanca como la nieve y tiembla como si se dirigiera a su propia ejecución. Pero va decidida, sin mirar para atrás.
Por lo visto, ha decidido probar, al fin: ¿Se oyen aquellas sorprendentes y dulces palabras cuando yo no estoy? La veo colocarse en el trineo, pálida, con la boca abierta por el miedo, cerrar los ojos y emprender la marcha, después de despedirse para siempre de la tierra. "Zsh-zsh-zsh-zsh"... Zumban lo s patines. Si Nádeñka está oyendo aquellas palabras o no, no lo sé... La veo levantarse del trineo exhausta, débil. Y se ve por su cara que ella misma no sabe si ha oido algo o no. Mientras estuvo deslizándose hacia abajo, el miedo le quitó la capacidad de escuchar, de distinguir sonidos, de entender...
Y he aqui que llega el primaveral mes de marzo... El sol se torna más cariñoso. Nuestra montaña de hielo se oscurece, pierde su brillo y por fin se derrite. Nuestros viajes en trineo se interrumpen. La pobre Nádeñta ya no tiene dónde escuchar aquellas palabras y además no hay quien las pronuncie, puesto que el viento se ha aquietado y yo estoy por irme a Petersburgo, par mucho tiempo, quizá para siempre.
Unos dias antes de mi partida al anochecer, estoy sentado en ei jardín. Este jardin está separado de la casa de Nádeñka por una alta palizada con clavos... Aún hace bastante frio, en los rincones del patio exterior hay nieve todavía, los árboles parecen muertos; pero ya huele a primavera y los grajos, acomodándose para dormir desatan su último vocerío de la jornada. Me acerco a la empalizada y durante largo rato miro por una hendidura. Veo a Nádeñka salir al patio y alzar su triste acongojada mirada al cielo... El viento de primavera sopla directamente en su pálido y sombrio rostro... Le hace recordar aquel otro viento que bramaba en la colina dejando oír aquellas tres palabras, y su cara se pone triste, muy triste, y una lágrima se desliza par su mejilla. La pobre muchacha extiende ambos brazos como suplicando al viento le traiga una vez más aquellas palabras. Y yo, al llegar una ráfaga de viento, digo a media voz:
—¡La amo, Nadia!
¡Por Dios, hay que ver lo que sucede con Nádeñka! Deja escapar un grito y con amplia sonrisa
tiende sus brazos hacia el viento, alegre, feliz, tan bella.
Y yo me voy a hacer las maletas...
Esto sucedió hace tiempo. Ahora Nádeñka está casada con el secretario de una institución tutelar y tiene ya tres hijos. Pero nuestros viajes en trineo y las palabras "La amo, Nadia", que le llevaba el viento, no están olvidadas, para ella son el recuerdo más feliz más conmovedor y más bello de su vida...
Mientras que yo, ahora que tengo más edad, ya no comprendo para qué decía aquellas palabras. Para qué hacía aquella broma...
Antón Chejov
martes, 4 de enero de 2011
Soneto 130
No son soles los ojos de mi amada,
Y el coral es más rojo que su boca:
No es nieve la morena piel que toca
Su cabellera endrina y acerada,
Blanca es la rosa, rosa o encarnada
Pero a ninguna su mejilla evoca;
Y un perfume mayor placer provoca
Que el soplo de su boca perfumada.
Amo su voz, aun cuando bien se sabe
Que es más dulce la música y más suave.
Y, aunque diosas no he visto caminar,
Sé que ella camina sobre el suelo.
Pero juro, con todo, por el cielo,
Que nadie se le puede comparar.
William Shakespeare
domingo, 2 de enero de 2011
Grave problema argentino: Querido amigo, estimado, o el nombre a secas.
Variantes como "Apreciado" o "Distinguido" quedan descartadas por tilingas y cursis. Si uno le llama "Maestro" a Frumento, es capaz de creer que le estamos tomando el pelo. Por más vueltas que le demos, se vuelve a caer en querido o estimado. Che, ¿no se podrá inventar otra cosa? Los argentinos necesitamos que nos desalmidonen un poco, que nos enseñen a escribir con naturalidad: "Pibe Frumento, gracias por tu último libro.", o con afecto "Ñato, qué novela te mandaste", o con distancia pero sinceramente: "Hermano, con las oportunidades que había en la fruticultura.", entradas en materia que concilien la veracidad con la llaneza. Pero será difícil, porque todos nosotros somos o estimados o queridos, y así nos va.
Julio Cortázar, extraído del libro "La vuelta al día en ochenta mundos"